Hermano Ambroise Staquet OSB
Abadía de La Pierre-qui-Vire(Francia)
NECROLOGIA
PADRE MAYEUL – FRANÇOIS DE DREUILLE OSB (1920-2014)
“Señor, como tú quieras y como tú sepas”
San Macario, el Grande
El Padre Mayeul de Dreuille nos dejó el jueves 31 de julio de 2014. El AIM está en deuda con él. Estas páginas quieren rendirle un último homenaje. Gracias al hermano Ambrosio, de la Abadía La Pierre-Qui-Vire, por haberlas redactado.
¿Cómo relatar una vida tan poco ordinaria? Comencemos por el final: nuestro hermano se preparó para la eternidad mediante una larga estancia en la enfermería del monasterio. El hermano enfermero pudo leer en dicha estancia el recorrido de un camino de santidad, la santidad ordinaria de los bautizados, sumergidos en la muerte y resurrección de Cristo por medio de las circunstancias de la vida cotidiana.
“Hoy, miércoles 5 de marzo de 2014, Miércoles de Ceniza, el hermano Mayeul no puede leer, no puede escribir, no puede ni llamar por teléfono, ni recibir ninguna llamada telefónica. Ve mal, oye mal, no puede andar y se desplaza poco. El 31 de agosto de 2010 tuvo un primer accidente vascular cerebral que le dejó afásico. Su personalidad y la gracia de Dios le permitieron recobrar el correcto uso del habla. Después de un segundo accidente vascular cerebral, el 2 de octubre de 2013, ya no puede comer: se le alimenta mañana, mediodía y noche. Podríamos decir que se ha abandonado. Expresión ambigua, dadas las circunstancia. Por un lado, se deja hacer en todos los aspectos de la vida cotidiana (higiene, comidas, desplazamientos, etc.), por otra parte, la soledad impuesta por su situación, las circunstancias y la falta de visitas, le conducen a vivir silenciosamente un camino de pasión, un camino semejante al de Cristo en su Misterio Pascual.”[1]
¿Cómo olvidar su forma de acoger a las visitas? “¡Estoy muy contento de verte, te esperaba!” Con una gran sonrisa. Poseía una gran cultura del encuentro, cuidando el arreglo de su celda y la calidad de la acogida de las visitas de huéspedes, familia o conocidos en la enfermería. Tenía interés por la persona que le visitaba: en los últimos tiempos, la visita debía situarse de cara a él cuando le encontraba sentado, de espaldas, delante de su mesa. Al no oír bien, no reconocía la voz de las personas, necesitaba “verlas”. Y cuando digo ver, realmente no sé lo que veía. Andaba mal, veía mal, oía mal, pero con una energía indomable, recorría el camino de su vida, día tras día. La vida discurría gota a gota y una nueva historia surgía en la conversación. Creo que los últimos meses en la enfermería vivía gracias a la palabra compartida, la “Palabra” le sostenía de una hora a otra, de un día a otro hasta un “gracias” final.
Volvamos al comienzo Léon de Dreuille y Alix de la Celle acogieron su primer hijo el viernes 3 de diciembre de 1920, un niño que llamaron François. La elección del nombre no fue difícil; providencialmente la fecha de nacimiento determinó su santo patrón: San Francisco-Xabier, apóstol de las Indias. A nuestro hermano Mayeul le gustaba recordar este comienzo: el papel de la Providencia y la dimensión misionera de su itinerario vital, inscritas ya desde su nacimiento. François recibió su educación primaria en la mansión familiar de Dreuille, en Cressanges, en el Allier. Continuó su formación en la escuela de la Pierre-qui-Vire entre 1933 y1935, después en los jesuitas de Dôle y en el Sacré-Coeur de Moulins.
Recorrido monástico Entró en el noviciado con diez y ocho años y medio, en septiembre de 1939 –según la tradición de la época– recibió la túnica el jueves 14 de septiembre y durante la misa del viernes siguiente, el escapulario y la capa. Los acontecimientos le alcanzan en su retiro, dejando la Pierre-qui-vire, partiendo con los alumnos al Éxodo de 1940.
De regreso al monasterio, se le destina al servicio de la escuela, como profesor de matemáticas, latín, griego y gimnasia. Tenía mucho interés en esta última materia. Los archivos del monasterio precisan que también estaba a cargo de la animación de los alumnos, cargo importante en un internado. Viniendo de una familia numerosa, no le faltaba ni imaginación, ni habilidad. Profesión temporal a los veinte años; profesión solemne a los veintitrés; ordenación a los veinticuatro, el sábado 24 de febrero de 1945.
Su recorrido misionero comienza a los treinta y cuatro años. Enviado al monasterio de Massina Maria, Mahitsy, Madagascar, de 1954 a1964; después, con cuarenta y cinco años al monasterio de Asirvanam, India; de 1965 a 1977; después con sesenta y cinco años, al monasterio de La Bouenza, El Congo, de 1984 a 1988.
Al servicio de la Orden, es nombrado Procurador de la congregación de Subiaco por diez años, de 1988 a 1998. Volvió definitivamente al monasterio de la Pierre-qui-Vire en 2006, a la edad de ochenta y seis años; falleció el jueves 31 de julio de 2014 con noventa y tres años y medio.
Madagascar
Releyendo artículos del boletín AIM, podemos entrever las dificultades que el padre Mayeul, prior y fundador Mahitsy, debió afrontar a nivel de comprensión mutua.
El hermano Paul Ravaogo cuenta un encuentro de septiembre 1977 en San Silvestro, Italia: “En el momento de la fundación (15 agosto 1954), Madagascar era una colonia francesa y el francés era la lengua de las escuelas. Aunque nosotros entendemos el francés, aquella no era nuestra lengua y nos resultaba muy difícil hablar de nosotros mismos en la dirección espiritual en una lengua extranjera. Esto dio lugar a penosos malentendidos. Los franceses habían sido nuestros amos y mantenían con nosotros relaciones de colonizadores a colonizados, con los consecuentes complejos de superioridad e inferioridad. Dominaba el miedo y temíamos las formas bruscas y rudas de los franceses. Las actitudes en la vida ordinaria constituían una fuente de fricciones. Nuestras formas de hacer como personas procedentes de medios pobres, eran juzgadas como torpes, a veces malintencionadas por nuestros formadores. Puedo dar mi propio testimonio: solía tener un sudor frío cuando iba a hablar en mi dirección espiritual con el padre Mayeul; miedo de no saber hablar, o de no ser comprendido. Recuerdo que en una ocasión fui tratado de desobediente, contumaz por haber cogido un cuchillo de mesa para cortar helechos. Yo no podía entender nada, pues en nuestra casa un único cuchillo servía para todo”.[2]
Madagascar fue crisol de formación para el padre Meyeul, quien guardará el recuerdo de aquellos años durante toda su vida. A partir de aquel momento, se dedicó resueltamente al encuentro entre culturas.
La India y el mundo monástico
Después de diez años en Madagascar, el hermano Mayeul pasó doce años en la India. Allí es donde se formó en el diálogo interreligioso. Cerca del monasterio católico de Asirvanam, junto a Bangalore, vivían familias musulmanas e hindúes que trabajaban en el monasterio. Habiendo participado en el congreso de Bangkok en 1968, el padre Mayeul inició los trabajos de la asociación monástica india y varias iniciativas en el ámbito del diálogo interreligioso. Su primer viaje a Dharam Sala data de 1975. A lo largo de este periodo prestó tres grandes servicios a AIM visitando monasterios: “De este modo, he tenido la suerte, inesperada para un monje que vive habitualmente en Asia, de poder participar, aunque sea por unas horas, en la vida de casi trescientos monasterios europeos”[3]. “Es difícil contar en unas pocas páginas mi visita a casi ciento veinticinco monasterios en los Estados Unidos y Canadá en dos viajes, uno de tres meses, en la primavera de 1973, el otro en abril de 1974. La finalidad de estos viajes en nombre de AIM era la de desarrollar relaciones entre los monasterios de países de misión y monasterios de Occidente. Muy pocas de nuestras casas se dan cuenta de que hay alrededor de doscientos monasterios benedictinos y cistercienses repartidos entre América Latina, África y Asia. Desconocen aún más, que una centena de esos monasterios fundados después de la segunda guerra mundial, tiene abundantes vocaciones; vemos crecer un joven monaquismo africano, asiático y latinoamericano. Crecimiento vigoroso y difícil al mismo tiempo, del cual somos solidariamente responsables y al que podemos ayudar de mil maneras que ni nos imaginamos. Necesitaba hacer presente este problema en la conciencia de los monasterios visitados y ofrecer medios de organización para afrontarlo.”[4]
El Padre Mayeul había guardado varios pasaportes como recuerdo de los innumerables viajes que lo habían conducido por los cinco continentes. En un informe de un viaje por África en 1976, subrayaba con humor todas las aventuras y periplos: “Se podría llenar un libro con las historias, algunas encantadoras y maravillosas y otras dramáticas, de las peripecias de este largo viaje. Como en los cuentos antiguos, encontraríamos juegos de niños, fiestas populares, permisos llegados en el último momento como por milagro, amantes reconciliados, hermanas intrépidas, monjes santos, borrachos y bandidos; el ambiente tropical añadiría cielos deslumbrantes, la sabana y la selva virgen, pájaros extraordinarios, jirafas, monos, cocodrilos en los recodos del camino y las cebras, ¡tan comunes que han dado nombre a los pasos de peatones en las ciudades, los “pasos de cebra”![5]
Mantuvo su sentido del humor hasta el final, como una fuente inagotable que le ayudaba a afrontar los desafíos de la vida cotidiana en una silla de ruedas. Sabía reírse de sí mismo y esto renovaba la atmósfera y el ambiente fraternos.
Encuentro Interreligioso y Diálogo Interreligioso Monástico
Tras un largo servicio en la India, prolongado de manera circunstancial hasta el 2005, el Padre Mayeul sirvió en el monasterio de la Bouenza, después pasó diez años en San Ambrogio, sede de la Congregación de Subiaco, como Procurador, junto al Abad Presidente. Redactó la historia de esta casa de la familia de San Ambrosio. Escuchémosle presentar la obra de su vida en el congreso de Abades Benedictinos en septiembre del 2000: La Regla de San Benito y las tradiciones monásticas desde Asia hasta Occidente[6].
“Desde 1954 me he encontrado en la obligación de explicar y hacer vivir la Regla de San Benito a monjes jóvenes, primero en Madagascar, después en la India, luego en África. Al mismo tiempo, trabajando para AIM, he visitado muchos monasterios en Europa, en Asia, en África, en América del Norte. Los monjes de todos los estos continentes se ven enfrentados a problemas semejantes en dos campos particulares:
• Primero, actualmente casi en todos los lugares estamos enfrentados con monaquismos de otras religiones y sentimos cierto parentesco con ellos. ¿Qué tenemos en común? nosotros, monjes cristianos ¿en qué nos distinguimos?
• A menudo, en la región donde se sitúa el monasterio no se encuentra ninguna otra tradición monástica cristiana. Están presentes solamente órdenes activas y congregaciones misioneras. ¿Cuál es nuestra identidad como monjes benedictinos?
“Un problema parecido se presenta en nuestro Occidente cristiano, en profundo cambio. Nuestra tradición debe evolucionar y debemos reinventar la vida benedictina en un ambiente nuevo. ¿Cuáles son, en nuestra tradición, los aspectos importantes a guardar a toda costa? ¿Qué es lo que puede y lo que debe cambiar?”
“Para analizar estos problemas, la Providencia me ha hecho ver que, en principio, nuestros hermanos y hermanas de las iglesias jóvenes se encontraban más a gusto en el estilo imaginado por los Padres del siglo IV, que en la literatura abstracta del Occidente moderno. Por ello me he puesto a estudiar los Padres y a anotar todas las correspondencias con la Regla de San Benito. Después, en la India, me he encontrado tanto con musulmanes como con monjes hindúes y budistas. Así, he empezado a estudiar sus religiones, su historia, los monaquismos que existían antes de Cristo en Asia, Palestina y en Egipto, refiriéndolos metódicamente a la Regla de San Benito. El libro que os presento es el resultado de este estudio. Estudiando todos estos monaquismos, me he dado cuenta de que no eran conocidos más que fragmentariamente, sin una visión general que les sitúe en la historia de la espiritualidad. De ahí, el folleto sobre la historia de los monaquismos (History of Monasticism) en el cual, intento dar un máximo de precisiones en un mínimo de espacio posible. Al final hay una visión general del monaquismo cristiano, monjes y monjas, que constituye lo mínimo que todo novicio debería saber sobre la historia de la Orden”. “Esta presentación del monaquismo cristiano es muy elemental, he hecho otro libro sobre los fundadores del monaquismo cristiano (The Founders of Christian Monasticism) desde Orígenes a san Bernardo, mostrando el camino espiritual de cada uno y su contribución a la espiritualidad monástica. La Regla de San Benito encuentra así una profundidad insospechada.”
“En fin, el estudio de estos monaquismos, que en algunas ocasiones son más de mil años anteriores a nosotros, permite ver la evolución de las instituciones y descubrir las leyes sociológicas que son las mismas en todas las religiones y pueden guiarnos en la actual evolución. Así, por ejemplo, en las formas de gobierno, la manera de decidir y pedir consejo, la relación entre la lectura de textos sagrados y la contemplación, la formación de los monjes jóvenes y las relaciones fraternas.
“Para terminar, quería agradecer a lo superiores, los hermanos y hermanas de los muchos monasterios visitados, que me han permitido compartir su vida fraterna y sus aspiraciones. Viajando por el mundo entero, he podido experimentar que los hijos de san Benito forman una verdadera familia.”7
Esta presentación, hecha por un octogenario, puede ser leída como una forma de testamento. Su vida monástica se refleja en este libro que le ha acompañado la mayor parte de su vida monástica, por los cinco continentes. A propósito de la redacción, él recordaba con gusto haber sido el primero en utilizar un ordenador en la Pierre-qui-vire.
En 2004 redactó otro libro, aparecido en 2005, relatando su itinerario intelectual y espiritual: “Chemin de paix, pratiquer en chrétien la méditation bouddhique?”. Aquí precisa lo que él llama su “formación”.
“El descubrimiento de una ignorancia: al comienzo de octubre de 1968, yo llegaba a Bangkok, acompañando al prior del monasterio benedictino de Asirvanam en la India, para participar en el primer congreso de superiores monásticos cristianos de Asia. En aquel momento, yo estaba encargado de la formación de los monjes jóvenes en aquel monasterio. Anteriormente había pasado diez años en Madagascar, donde había llegado a valorar una cultura centrada en la armonía entre los humanos, reflejo de la armonía entre la naturaleza y los cielos de esta magnífica isla. Mi formación en la Pierre-qui-vire, en Francia, había sido clásica y esta estancia en Madagascar había comenzado a abrirme los ojos a la existencia y el valor de otras culturas distintas a las europeas, pero las culturas asiáticas me eran casi desconocidas. En el transcurso de una estancia en Oxford, para aprender inglés, antes de partir a la India, me había encontrado con un jesuita indio que me introdujo un poco en el hinduismo, pero del budismo no sabía casi nada”.[8]
En los numerosos artículos aparecidos en el Boletín AIM vemos evolucionar su pensamiento con el espíritu del Vaticano II. Gracias a la época conciliar, se abre en la India, a aquello que le había faltado en la fundación de Madagascar. Veamos algunas líneas:
“El diálogo comienza por una escucha del interlocutor, a fin de comprenderle y establecer un clima de confianza, en el cual cada uno pueda expresarse sinceramente. El error viene de un fenómeno muy habitual, a saber, que cada uno se expresa según la manera de pensar a la cual está habituado y le es muy difícil darse cuenta que una persona normal pueda pensar de manera diferente. En este sistema no hay sitio ni para Dios, ni para la relación con Él en la oración, simplemente, estas realidades no existen. Entonces, decir que se puede pasar de ellas no supone un problema y el budismo tiende a creer que todos comparten su opinión. Cuando alguien se encuentra ante un problema difícil o un adversario que no se puede dominar, la solución más simple es la de decir que el problema no existe o suprimir al adversario, físicamente cuando se pueda –lo vemos todos los días en los medios de comunicación– o moralmente despreciándole o ignorándole. ¡Cuántas veces he tenido la siguiente experiencia en la India: preguntar por un grupo religioso a un grupo opositor y me han respondido que el grupo no existía! Pero es bueno recordar que, hasta el Vaticano II, los cristianos hemos tenido, a menudo, la misma actitud despectiva hacia los ‘paganos’. En el diálogo cada uno llega con su propio condicionamiento cultural; lo primero que hay que hacer es tomar conciencia de ello”[9].
[1] Extracto de la notas redactadas en la enfermería en 2013-2014.
[2] El monaquismo malgache, Boletín AIM, 1977, n° 23.
[3] Reflexiones misioneras sobre una gira por monasterios europeos, Boletín AIM, 1973, n° 15.
[4] Visita a los monasterios americanos, Boletín l AIM., 1975, n° 18.
[5] Viaje a Madagascar y al Sudeste de África, por el hermano Mayeul de Dreuille, marzo a junio 1976. BoletínAIM., n° 21.
[6] La Regla de San Benito y las tradiciones monásticas desde Asia hasta Occidente, ed. Abadía de Bellefontaine, colección Vida Monástica, nº 38.
[7] Una nueva obra sobre la Regla de San Benito, presentación por el P. Mayeul de Dreuille, osb, en el congreso de abades benedictinos en septiembre 2000 de su nuevo libro. Boletín del AIM. n° 71.
[8] Mayeul de Dreuille, Chemin de paix, pratiquer en chrétien la méditation bouddhique ? Médiaspaul, collection Spiritualités en dialogue, libro editado en 2005.
[9] Ibidem.