Congregación para la Educación Católica
Educación para el Dialogo Intercultural
En octubre de 2013 la Congregación para la Educación Católica presentó un importante texto sobre la educación para el diálogo intercultural, “Programa Educativo para la Educación al Diálogo Intercultural en las Escuelas Católicas vivir juntos para una civilización de amor”. La Iglesia Católica está muy interesada por el fenómeno de la interculturalidad, debido a que las comunidades eclesiales están repartidas en los cinco continentes, y la comunicación entre las Iglesias locales sigue multiplicándose. Para ponerlo en términos más generales, todas las culturas se enfrentan a este dato omnipresente en la sociedad. Incluso los gobiernos están obligados a considerar el problema cuidadosamente para evitar malentendidos o incluso conflictos entre diferentes pueblos. La enseñanza de la Iglesia arroja una importante luz sobre este asunto. Aquí publicamos gran parte de la introducción al documento.
Introducción
Es un hecho que la sociedad actual tiene una composición multicultural, acentuada por la globalización. La educación contiene un desafío central para el futuro: permitir la coexistencia de diferentes expresiones culturales y promover el diálogo con el fin de fomentar una sociedad pacífica. Estos objetivos se logran en varias etapas: (1) descubriendo la naturaleza multicultural de la propia situación; (2) superando prejuicios por medio de la armonía en la vida y el trabajo; y (3) educándose a sí mismo ‘por medio de los otros’ para una visión global y un sentido de ciudadanía. Promover encuentros entre personas diferentes ayuda a crear una comprensión mutua, lo cual no debe significar una pérdida de la propia identidad.
Cultura y Pluralidad de Culturas
1. La cultura es la expresión particular de los seres humanos, su forma específica de ser y de organizar su presencia en el mundo. Utilizando los recursos de su patrimonio cultural, que poseen desde el momento de su nacimiento, las personas se pueden desarrollar de manera serena y equilibrada, en una relación sana con su entorno y con otros seres humanos. Sus vínculos con la cultura propia son necesarios y vitales; sin embargo estos lazos no deben llevar a las personas a encerrarse en sí mismas de manera autorreferencial. De hecho, los vínculos culturales de las personas son totalmente compatibles con encontrarse y conocer otras culturas. Ciertamente, las diferencias culturales son una riqueza, y deben ser entendidas como expresiones de la unidad fundamental de la raza humana.
2. La globalización es uno de los fenómenos trascendentales de nuestro tiempo y que afecta particularmente al mundo de la cultura. Ha revelado la pluralidad de culturas que caracteriza la experiencia humana y facilitado la comunicación entre variadas áreas del mundo, implicando todas las facetas de la vida. Esto no es solo algo teórico o general: de hecho, cada individuo es afectado constantemente por la información y noticias que llegan, en tiempo real, desde todos los rincones del mundo. Él o ella se encuentra, en la vida cotidiana, con una variedad de culturas y experimentando un creciente sentido de pertenencia a lo que podría llamarse la “aldea global”.
3. Sin embargo, esta gran variedad de culturas no es una prueba de divisiones ancestrales preexistentes. Por el contrario, es el resultado de una mezcla continua de las poblaciones, conocido como “mestizaje”, o “hibridación” de la familia humana en el transcurso de su historia. Lo cual significa que no existe tal cosa como una cultura “pura”. Diferentes condiciones del medio ambiente, historia y sociedad han introducido una gran diversidad dentro de la comunidad humana, en la cual, sin embargo, “cada individuo es verdaderamente una persona cuya naturaleza está dotada de inteligencia y voluntad. Como tal tiene derechos y deberes, que confluyen como consecuencia directa de su naturaleza. Estos derechos y deberes son universales e inviolables y por lo tanto en conjunto inalienables”.
4. El fenómeno actual de multiculturalismo, vinculado al advenimiento de la globalización, arriesga acentuar, de forma problemática, “la diversidad en la unidad” lo que caracteriza el panorama cultural en la actualidad. De hecho, cuánto más cercano el encuentro entre las diferentes culturas, un proceso dinámico en sí, más ambivalencia es generada. Por un lado, existe un empuje hacia diversas formas de mayor uniformidad cultural, y por otro lado, se exalta la naturaleza específica de las diferentes culturas. Cabe preguntarse cuál será el destino de la identidad específica de cada cultura, dada las presiones de la migración humana, comunicación masiva, internet, redes sociales y, sobre todo, la enorme expansión de costumbres y productos resultantes en una “occidentalización” del mundo. Sin embargo, aunque esta inexorable tendencia de la uniformidad cultural sigue siendo fuerte, también hay muchos elementos, vivos y activos, de variación y diferenciación entre los grupos. Estos a menudo provocan reacciones de fundamentalismo y encierro autorreferencial. Así, el pluralismo y la variedad de tradiciones, costumbres y lenguas:
-que por naturaleza producen desarrollo y enriquecimiento mutuo
-pueden llevar a una exageración de la identidad individual, inflamándose en enfrentamientos y conflictos.
5. Ahora bien, sería erróneo sostener que las diferencias étnicas y culturales son la causa de los numerosos conflictos que perturban el mundo. En verdad, estos conflictos tienen causas políticas, económicas, étnicas, religiosas y territoriales; y ciertamente no son exclusiva o principalmente, conflictos culturales. Sin embargo, los elementos culturales, históricos y simbólicos son utilizados para agitar a las personas, hasta el punto de alentar la violencia arraigada en elementos de competencia económica, contrastes sociales y absolutismo político.
6. La naturaleza cada vez más multicultural de la sociedad y el riesgo de que, contrarias a su verdadera naturaleza, las culturas sean utilizadas como elementos de antagonismo y conflicto son razones para fomentar aún más la construcción de relaciones interculturales profundas tanto entre individuos como entre grupos. En este sentido, las escuelas son lugares privilegiados para el diálogo intercultural.
Cultura y Religión
7. Otro aspecto a considerar es la relación entre cultura y religión. “La cultura es más amplia que la religión. De acuerdo a este concepto se puede decir que la religión representa la dimensión trascendente de la cultura y, en cierta manera, su alma. Ciertamente las religiones han contribuido al progreso de la cultura y a la construcción de una sociedad más humana.” La religión es parte de la cultura, y la cultura se convierte en un terreno fértil para una humanidad más rica que está a la altura de su vocación específica y profunda de abrirse a los demás y a Dios. Por lo tanto, “es tiempo… para entender de una manera más profunda que el núcleo generador de toda cultura auténtica está constituido por su acercamiento al misterio de Dios, en quien el orden social centrado en la dignidad y responsabilidad de la persona humana encuentra su fundamento inconmovible.”
8. En general, la religión se presenta como la respuesta significativa a las preguntas fundamentales planteadas por hombres y mujeres: “Los hombres esperan de las distintas religiones respuestas a los misterios de la condición humana, que hoy en día, así como en épocas anteriores, agitan profundamente sus corazones”. Esta característica de las religiones exige que ellas dialoguen no sólo entre ellas mismas, sino también con las distintas formas de interpretaciones de la persona humana y de la historia, ateas, o no religiosas ya que se enfrentan a las mismas preguntas sobre significado. Hoy, también los estados y la sociedad civil, advierten lo fundamental que es la necesidad del diálogo interreligioso – significando éste el más amplio intercambio entre los individuos como las comunidades, cada cual con un punto de vista diferente. Para evitar reducciones simplistas y distorsiones en este campo sensible, es oportuno resaltar las siguientes consideraciones.
9. La sociedad occidental, cada vez más marcada por el multiculturalismo, presenta un acelerado proceso de secularización, con el peligro de una marginación extrema de la experiencia religiosa, considerada legítima sólo dentro de la esfera privada. Generalmente, en la mentalidad dominante, la cuestión antropológica es discretamente eliminada, es decir, la pregunta sobre la plena dignidad y destino de los seres humanos. Se persigue el objetivo de erradicar toda expresión religiosa de la cultura, existiendo poca conciencia de lo valiosa que es la dimensión religiosa para un diálogo intercultural fructífero, competente. Además de esta mentalidad general, existen otros fenómenos relevantes que arriesgan una subvaloración de la importancia de la experiencia religiosa para la cultura. Se puede pensar en la difusión de las sectas y de Nev Age, esta última se identifica de tal manera con la cultura moderna que ya casi no es considerada como una novedad.
10. La religión enfatiza las verdades fundamentales y definitivas y, por lo tanto, verdades que se encuentran en la base del significado, del cual la cultura Occidental prevalente parece haberse distanciado. En cualquier caso, la religión es una contribución decisiva a la edificación de una comunidad social, respetando al bien común, y promoviendo a cada ser humano. Por lo tanto, aquellos que ejercen el poder político están llamados a juzgar cuidadosamente las posibilidades de emancipación y de inclusión universal demostrada y efectuada por cada cultura y cada religión. Un criterio importante para esta evaluación es la capacidad efectiva que las religiones tienen para mostrar el valor de la persona integral y el de todas las personas. El Cristianismo, la religión de Dios con rostro humano, lleva un criterio similar dentro de sí.
11. La religión puede hacer su contribución al diálogo intercultural “solamente si Dios tiene un lugar en el ámbito público”. “Negar el derecho de las personas a profesar su religión en público y el derecho a que las verdades de la fe inspiren también la vida pública tiene consecuencias negativas para un verdadero desarrollo. La exclusión de la religión de la plaza pública — y, en el otro extremo, el fundamentalismo religioso — impide un encuentro entre las personas y su contribución para el progreso de la humanidad. La vida pública queda agotada de su motivación y la política asume un carácter dominante y agresivo. Los derechos humanos corren el riesgo de ser ignorados ya sea porque le han quitado su fundamento trascendente o porque la libertad personal no es admitida. El secularismo y fundamentalismo excluyen la posibilidad de diálogo fructífero y cooperación efectiva entre razón y fe religiosa. La razón siempre se encuentra en la necesidad de ser purificada por la fe: esto también es válido para la razón política, que no debe considerarse omnipotente. Por su parte, la religión siempre necesita ser purificada por la razón para poder mostrar su rostro auténticamente humano. Cualquier brecha en este diálogo conlleva un precio enorme para el desarrollo humano.” Fe y razón, por lo tanto, deben reconocerse y enriquecerse mutuamente.
12. En el diálogo entre cultura y religiones, debe darse el debido peso a la discusión entre la fe y las diversas formas de ateísmo y puntos de vista humanistas no religiosos. En el centro de esta discusión debe estar la búsqueda de lo que favorece el desarrollo integral de la persona y de todas las personas, sin sumergirse en un estéril enfrentamiento partidista. También se requiere que la sociedad reconozca el derecho del individuo a su propia identidad. La Iglesia, por su parte, con el amor que emana de las fuentes del Evangelio, siguiendo el patrón del misterio de la Encarnación de la Palabra, seguirá “proclamando que el hombre merece honor y amor en sí mismo y debe ser respetado en su dignidad. Por lo tanto, los hermanos deben aprender nuevamente a llamarse hermanos, a respetarse unos a otros, a entenderse, para poder sobrevivir y crecer en dignidad, en libertad y en honor. Cuanto más se sofoca el diálogo de las culturas, más se enreda el mundo moderno en conflictos que arriesgan ser letales para el futuro de la civilización humana. Más allá de los prejuicios, las barreras culturales, las divisiones de raza, idioma, religión e ideología, los hombres deben reconocerse mutuamente como hermanos y hermanas, aceptándose mutuamente en su diversidad.”
La Religión Católica y otras Religiones
13. Es en este contexto que el diálogo entre las diversas religiones toma una forma particular. Tiene su propio perfil, y particularmente enfatiza la experiencia de las autoridades de cada religión. Naturalmente, el diálogo interreligioso, situado dentro de la dimensión religiosa de la cultura, afecta algunos aspectos de la educación intercultural, aunque no todos, puesto que las dos cosas no son idénticas.
La globalización ha aumentado la interdependencia de los pueblos, con sus diferentes tradiciones y religiones. En este sentido, hay quienes afirman que las diferencias son por su naturaleza causas de división y, por tanto, a lo sumo deben ser toleradas. Otros incluso creen que las religiones deben ser simplemente silenciadas. “Por el contrario, (las diferencias) proporcionan una oportunidad maravillosa para que personas de diferentes religiones convivan en profundo respeto, estima y valoración, fomentándose unos a otros en los caminos de Dios”.
En este sentido, la Iglesia Católica considera que la necesidad de diálogo es siempre más importante. Este diálogo, partiendo de la conciencia de la propia identidad de fe, puede ayudar a la gente para entrar en contacto con otras religiones. Dialogar no significa solamente hablar, sino que incluye todas las relaciones interreligiosas benéficas y constructivas, tanto con los individuos como las comunidades de otras creencias, llegando así a la comprensión mutua.
El diálogo con los individuos y comunidades de otras religiones es motivado por el hecho de que somos criaturas de Dios. Dios está obrando en cada ser humano que, a través de la razón, ha percibido el misterio de Dios y reconoce los valores universales. Por otra parte, el diálogo encuentra su raison d´être en la búsqueda del patrimonio de los valores éticos comunes encontrados dentro de las diferentes tradiciones religiosas. De esta manera, los creyentes pueden contribuir a afirmar el bien común, la justicia y la paz. Luego, “puesto que muchos se apresuran en señalar las diferencias evidentes entre las religiones, como creyentes o personas religiosas se nos presenta el desafío de proclamar con claridad lo que compartimos en común.”
Además, el diálogo cultivado por la Iglesia Católica con otras Iglesias y Comunidades cristianas no se detiene en lo que tenemos en común, sino que tiende hacia la meta más alta de redescubrir la unidad perdida. El ecumenismo tiene como objetivo la unidad visible de los cristianos, por la cual Jesús oró por sus discípulos: Ut omnes unum sint, para que todos sean uno (Jn 17,21).
14. Hay varias formas en que los creyentes pueden dialogar: está el diálogo de la vida, compartiendo las alegrías y tristezas; el diálogo de las obras, colaborando a promover el desarrollo de hombres y mujeres; el diálogo teológico, cuando esto es posible, estudiando la herencia religiosa de cada uno; y el diálogo de la experiencia religiosa.
15. Sin embargo, este diálogo no es un compromiso, sino más bien un marco para el testimonio recíproco entre los creyentes que pertenecen a diferentes religiones. De esta manera, se llega a conocer mejor y más profundamente la religión del otro, así como los comportamientos éticos que de ella se derivan. Del conocimiento directo y objetivo de la otra persona, y de las expectativas religiosas y éticas que se derivan de sus creencias y prácticas religiosas, crecen el respeto y la estima recíproca, el entendimiento mutuo, la confianza y la amistad. “Para que sea verdadero, este diálogo debe ser claro, evitando el relativismo y el sincretismo, y al mismo
tiempo debe estar marcado por el sincero respeto por los demás y por un
espíritu de reconciliación y fraternidad.”
16. La claridad en el diálogo significa sobre todo la fidelidad a la propia identidad cristiana. “El cristianismo propone a Jesús de Nazaret. Él, creemos, es el Logos eterno que se hizo carne para reconciliar al hombre con Dios y revelar la razón subyacente de todas las cosas. Es a Él a quien traemos al foro del diálogo interreligioso. El deseo ardiente de seguir sus pasos estimula a los cristianos a abrir sus mentes y sus corazones al diálogo (Cf Lc 10,25-37; Jn 4,7-26).” La Iglesia Católica proclama que “Jesucristo tiene un significado y un valor para la raza humana y su historia, que son únicos y originales , apropiados para Él solo, exclusivo, universal y absoluto. Jesús es, de hecho, la Palabra de Dios hecha hombre para la salvación de todos.”
Conclusión
Este diálogo tiene como objetivo “eliminar las tensiones y conflictos, y posibles enfrentamientos por medio de un mejor entendimiento entre las diferentes culturas religiosas de cualquier lugar del mundo. Puede contribuir a purificar las culturas de algún elemento deshumanizador, y así ser un agente de transformación. También puede ayudar a mantener ciertos valores culturales tradicionales que están bajo la amenaza de la modernidad y la nivelación hacia abajo que la internacionalización indiscriminada puede traer consigo.” “El diálogo es muy importante para nuestra propia madurez, porque al enfrentarnos a otra persona, a otras culturas y también a otras religiones de la manera correcta, crecemos; nos desarrollamos y maduramos... Este diálogo es lo que crea la paz”, afirmó el papa Francisco (Tokio, agosto 2013).