Dom Jean-Pierre Longeat OSB
Presidente de AIM

 

jpEl elemento más característico de la evolución del mundo contemporáneo es la negación de cualquier vínculo con lo trascendente. El mundo occidental ha abierto el camino a esta negación, que se extiende ahora a la aldea global. Es bien visto en el mundo de hoy sostener que cualquier mención a la fe en Dios no tiene sentido. Si uno pregunta por qué tendría que ser así, la respuesta es simple: la posibilidad de un Dios restringe nuestra libertad de acción. Esta avalancha de oposición a cualquier presencia de Dios en la cultura humana es hoy en día un fenómeno corriente.

Paradójicamente, en el corazón mismo de esta negación, los seres humanos están intentando ir más allá de sí mismos y encontrar recursos espirituales que les den mayor profundidad. La práctica de la meditación Zen en el mundo occidental, combinada con técnicas de relajación y otros elementos de la filosofía New Age, nos han acostumbrado a pensar en la búsqueda espiritual como algo independiente de una fe en Dios. Tanto así que el rico legado de prácticas religiosas cristianas es a veces usado fuera del contexto de la Iglesia, o es de hecho simplemente ignorado o considerado irrelevante. Esto genera una pregunta sobre nuestra capacidad para transmitir la fe que nos es tan querida, de entrar en una genuina conversación con nuestros contemporáneos aun cuando estemos lejos de ellos. Sí, la transmisión de la fe es, sin duda, el punto más crítico para el corazón de la vida humana de hoy. Esto es verdad primeramente para la fe cristiana, cuya aparente complejidad es ya un obstáculo en sí misma. ¿Cómo es posible dar testimonio de un Dios Trinitario, de la encarnación de Dios en forma humana, de un Cristo muerto y resucitado que se entrega como alimento en el sacramento de la Eucaristía, de un Dios que hace una alianza con su pueblo y lo envía al mundo a proclamar la Buena Nueva de la vida eterna? Estos son temas simplemente inauditos para nuestros contemporáneos.

Sin embargo, el cristianismo entiende que la fe no es un regalo en bruto que debe ser aceptado tal como es. Es un don de Dios, por el cual Él mismo se revela y se compromete. Esto significa que la fe recibida de esta manera está destinada a ser compartida con otros en una relación de amor. Compartir así implica simultáneamente una relación con Dios y una relación con los seres humanos. Esto significa que la fe se convierte en una experiencia que toca todas las dimensiones de la persona y necesita hacerse activa en la vida cotidiana. Esta experiencia se manifiesta de una manera especial en la vida monástica. En efecto, monjes y monjas son, antes que todo, personas que viven por la fe. Viven la fe que han recibido de una manera tal que ya experimentan los frutos del Reino que fueron anunciados por Jesús. Así el entorno monástico presenta la fe como una expresión viva de la revelación de Dios en la carne.

En la búsqueda de material para este número del Boletín de AIM, se hizo evidente que los monjes y monjas están mejor preparados para entrenar a la gente sobre la vida monástica que para hablar de ella. Así, los superiores y formadores de los monasterios del Sur de África, reunidos en la asociación BECOSA, presentaron una serie de medidas prácticas que permiten a los jóvenes interesados en ingresar a los monasterios entender mejor las implicancias de poner en práctica la fe en medio de la vida monástica. Hemos tomado la decisión de publicar este trabajo íntegramente porque nos parece un ejemplo valioso para otras asociaciones monásticas alrededor del mundo. El hermano Pacomio, prior del monasterio de San José de Namyangju en Corea del Sur, da una muestra de la transmisión de la fe en el marco de una celebración Eucarística, vinculada a un compromiso con los pobres, subrayando la autenticidad del vínculo entre tal celebración y tal compromiso. Hemos decidido publicar también la conferencia que dio la Madre Marie-Caroline Lecouffe, priora del monasterio de Bouzy-la-Foret, en el contexto de la formación de formadores de habla francesa “Ananías”. Su tema es “Conflicto y Reconciliación”. Es valioso ver cómo la fe se pone en práctica en la vida comunitaria de cada día del monasterio. Sería útil explorar este tema en actividades tales como la recepción de invitados y en otras áreas, como por ejemplo el especial cuidado de los enfermos y los pobres, en quienes san Benito nos exhorta a reconocer a Cristo.

Esta aproximación a la transmisión de la fe, recuerda los debates sostenidos en el contexto del Consejo de AIM en noviembre del 2013. Uno de los puntos principales fue la insistencia en el carácter experiencial de la formación en los monasterios e institutos y el valor de un entrenamiento práctico en vida monástica: la práctica de la obediencia en una casa de formación nacional o regional, con tiempo para la lectura personal o en grupo, es ciertamente una buena manera de hacer cristología. O también, que la práctica de mistología litúrgica y eclesial provee una buena comprensión de la dinámica Trinitaria. O que la intensa experiencia de la necesidad de reconciliación en una comunidad provee una vívida experiencia del trabajo de salvación. La devoción a la Lectio Divina acompañada de buenas condiciones para la reflexión personal abre la comprensión del significado de la visita del Verbo de Dios a nuestra propia carne. La concentración en la oración personal hace aflorar el significado de lo que es compartir la naturaleza divina. Esta práctica teológica experiencial es un atributo propio de todos los monasterios, pero es bueno recibir, a veces, el testimonio y ayuda de testigos experimentados que tienen la habilidad de compartir más fructíferamente lo que han recibido en el marco de sesiones y casas de formación.

Siguiendo una costumbre ya establecida, este número presenta el estudio de un tema de actualidad mundial, no exento de relevancia para la vida de nuestras comunidades. Francois Thuillier nos ofrece una iluminadora síntesis del fenómeno del terrorismo y como puede ser contrarrestado. En paralelo, ofrecemos algunas páginas de un documento publicado por el Consejo Pontificio para la Educación Católica: “Educación para un diálogo intercultural en los colegios católicos” (Octubre 2013). En efecto, no es suficiente confinar el problema de las amenazas terroristas presentado por grupos extremistas; las poblaciones deben también aprender a vivir juntas en la práctica de un intercambio cultural, que demanda un serio esfuerzo. Sin ese diálogo, la influencia de los discursos y acciones violentas amenaza con prevalecer e impedir a las religiones contribuir a la paz.

Este número concluye con algunas reflexiones y noticias, locales e internacionales. Ofrecemos un reportaje del monacato de tradición Benedictina en India y una reflexión sobre la situación étnica en África. Hay también un eco de la reciente sesión sobre los monasterios en África Central.