Doc. de trabajo solicitado a la Madre Lucia Tartara,
superiora de Nasi Pani,
por las Comisiones Centrales Tilburg 2010 voto 30 cf. p.10-11)

Formación inicial de les candidatos

MTartara1) Es obvio que mi experiencia es limitada y no puedo hacer demasiadas generalizaciones, debido a los rapidísimos cambios generacionales, a las diferencias culturales y, sobre todo, porque no hay una persona igual a la otra. Con el paso del tiempo, estoy cada vez más de acuerdo con Santa Teresa del Niño Jesús: hay más diferencias entre las almas que entre los rostros, y estas diferencias son más profundas de las que existen entre las culturas y las generaciones, sobre todo hoy. Lo que no es imposible es hablar de lo que tienen en común: el deseo del corazón humano, que es mucho más profundo y, en el fondo, es siempre el mismo.

2) Debemos ser conscientes de que hablar de los candidatos es también plantear algunas preguntas sobre nosotros mismos y sobre nuestras comunidades. Voy a tratar de poner aquí algunas preguntas ( las hago sobre todo a mí misma).

3) Toda persona que deja su ambiente, hecho de cosas y de relaciones, para entrar en un monasterio es un milagro, aunque sus motivaciones conscientes estuvieran confusas. Su vocación no viene de ella, sino de Dios, y es una gracia inmensa. Por ello, no debemos tener vergüenza de pedir a Dios y a sus santos que nos envíen muchas vocaciones. Incluso antes de encontrarlas  en el locutorio, el primer encuentro con ellas ha acaecido en la oración. Y la manera de encontrar vocaciones no será ni la pretensión acaparadora, ni el escepticismo, ni el temor. La capacidad de discernimiento, antes que nada, es aceptar un desafío: buscar la perla preciosa del deseo verdadero de la persona que tenemos delante, tal vez oculto bajo  miles de motivaciones equivocadas (hoy día, es muy difícil que la persona que llama a la puerta del monasterio tenga realmente una idea clara de lo que Dios quiere de ella). Si nosotros vamos a comprender que Dios  la llama a otra cosa, no habremos perdido nuestro tiempo: de todas maneras, nos habremos  encontrado con un tesoro escondido y habremos ayudado a otros a descubrirlo en sí mismos.

Por esto, el encuentro tendría que estar caracterizado por un cierto entusiasmo. La palabra "juventud" debería indicar entusiasmo, y la edad adulta prudencia, pero a partir de varias generaciones no es así. Los jóvenes son cautelosos y temerosos. Se nos pide a nosotros, en la acogida, tener el entusiasmo que proviene de nuestro personal y comunitario ser felices en nuestra vocación.

4)  Con la palabra "felicidad" entramos en el desafío de hoy día.
Hoy, por lo general, los jóvenes no creen en su deseo de felicidad. El secularismo les hace más escépticos de lo que parece. La cultura nihilista, aunque no profesada en la teoría, ha sido respirada y ha entrado en los pulmones y en el corazón: "Yo vengo de la nada y voy hacia la nada. Yo no soy nadie".  Es evidente que no se lo dicen tampoco a sí mismos; sonríen, son amables, pero podemos notar justamente en esto una cierta tristeza. Yo llamo a esta tristeza “cinismo suave” o “nihilismo de terciopelo”. Formalmente se indica el año 1989 como la fecha de la caída de las ideologías, junto con el Muro de Berlín. Las ideologías desaparecieron, pero se mantuvo la desconfianza en el ser humano que ellas tenían. Esta desconfianza se está convirtiendo en una nueva y poderosa ideología: el desprecio del ser humano. Todo esto no debe extrañarnos, teniendo en cuenta que históricamente el homocentrismo siempre ha llevado a la pérdida del hombre en medio de la naturaleza. Tampoco los cristianos   han sido inmunes a este virus: en primer lugar desapareció la escatología ("a dónde vamos"), tal vez por temor a las fugas hacia el futuro, por lo que se ha perdido la esperanza en muchas cosas: por ejemplo, que el dolor tendrá una recompensa eterna. Ahora está desapareciendo lentamente, no tanto la idea abstracta de creación, sino el sentido de sí mismo, de los demás y de las cosas como "creados", es decir que no nos hacemos nosotros mismos, que venimos de un Amor que en cada momento nos crea y nos lleva a Sí mismo a través de los caminos de la historia.

A los jóvenes no es sólo la familia lo que les falta, sino el hecho de que les falta una familia que les pueda dar existencialmente ese sentido de ser creados por Dios, el Amor más grande.
Sobre esta desconfianza existencial se injertan los diversos traumas y violencias que han sufrido, como si fueran cosa normal desde el principio: la pornografía, la necrofilia, el culto a lo macabro y a lo feo, es decir las imágenes normales que se ofrecen como obvias en nuestras ciudades.

Se puede leer en sus ojos, en lo más hondo de la sonrisa superficial, en este cinismo suave, la tristeza y el miedo, que pueden manifestarse a menudo en una pasividad resignada. El nihilismo de hoy  ya no es el entusiasta de principios del siglo XX, que hizo estallar hacia fuera las fuerzas afectivas; en el nihilismo actual las fuerzas activas de la persona implosionan dentro de ella, por ejemplo en el uso  consumista  de la sexualidad, en los pensamientos de ser víctima, en los sueños de ser "importantes", puede que  sin hacer nada para llegar a serlo, en cierta dejadez y pereza ... La "nada" es cómoda y lleva a la acedía.
También el hecho de hacer muchas cosas para evitar “ser”, o "hacer todo lo posible para mostrar que somos valientes" son manifestaciones típicas de la pereza contemporánea.
No sirve de mucho dar una respuesta moralista: "No hagas eso". Se necesitan, hoy más que nunca, las razones. Si los jóvenes de hace treinta años pedían las razones y las pretendían, tal vez encontrando a los educadores desprevenidos para contestarles, los jóvenes de hoy puede que tampoco las pidan y están contentos con la propuesta moral de un cambio que no desconcierte verdaderamente las raíces de la mente y del corazón. Pero, justamente por eso, tenemos la obligación de dar las razones, de hacer desear las razones. ¿Cómo?

Yo empezaría poniéndome a mí misma (y a mi comunidad) una pregunta: ¿Qué mentalidad tengo yo? La filosofía y la teología no son cosas para expertos, tanto como la manera de vivir también de un frutero. ¿ Cuál es mi filosofía, mi teología? ¿deseo tomar en serio lo que creo y lo que no creo, para profundizarlo también a un nivel racional? Estoy consciente de que en caso contrario esto condicionará mi vida (incluyendo las relaciones y sentimientos), sin que yo me dé cuenta?

En los jóvenes, ya sabemos, hay mucha confusión intelectual, espiritual y moral. Intelectual: por ejemplo, en la práctica mental actual de la justificación de todo, no hay garantía del principio de no contradicción... Espiritual: por ejemplo, ¿Qué es la oración y qué es entretenerse consigo mismo... Moral: por ejemplo, ¿Qué es pecado y  qué es sentido de culpa, o qué es virtud y qué es hipocresía, qué es caridad y qué es comodidad ...

La confusión pide que se haga claridad. En la formación inicial, a menudo tenemos la impresión de que estamos desenredando un ovillo de hilo enroscado... Para aclarar las cosas a los demás, por lo general yo parto de mí: ¿Mi "hilo" sigue la línea recta del pensamiento de Cristo? ¿Cómo puedo llegar a saberlo? Hay partes del Credo que me gustan y otras que las paso por alto? ¿Cuales?  Creo en la vida eterna?

Creo en el valor del sufrimiento, o para mí es algo negativo, al igual que para esta chica que tengo delante de mí? ¿Cuál es mi antropología? ¿También yo estoy tratando de reducir su persona (o la mía) a mecanismos psicológicos? ¿O a sus defectos? ¿Creo en la posibilidad de la educación de los mismos sentimientos (actuando primero por la Gracia, invocada en la oración), para que, como ella, también yo pueda cambiar mi manera instintiva de "sentir" por la de Cristo? Etc.

Los cursos de estudio son muy importantes para aclarar las ideas, pero no será lo que enseñemos  en nuestros cursos de estudio lo que forme la mentalidad y los hábitos de vida, excepto con una condición: que los contenidos que transmitimos en los cursos sean lo que nosotros y nuestra comunidad creemos realmente - lo que, con todas nuestras incoherencias,  y nuestros pecados, queremos realmente vivir.

A este propósito, es importante que no nos encontremos en posiciones que ya están anticuadas. A menudo nosotros, los cristianos, frente a las modas del mundo - justamente por el deseo de estar con el paso de los tiempos - tenemos la característica de estar perpetuamente atrás. Tal vez porque, efectivamente, no estamos hechos para las modas... Pongo algunos ejemplos: puedo tener miedo de una manera muy devocional de orar, porque hace 50 años eso era antilitúrgico: se rezaba el rosario durante la misa. O bien no se escuchaban las lecturas de la Misa, esperando el momento sagrado de la elevación. La moda litúrgica de hace 40 años era antidevocional también por estas razones. Esto no quiere decir que hoy un joven que desea rezar el Rosario, o ame la adoración eucarística tenga en el corazón un deseo equivocado.

No tener ideologías significa ser capaz de acoger y valorar todos los deseos positivos del corazón de los candidatos y integrarlos en la visión amplia y rica de la vida cisterciense.

Incluso un cierto tipo de psicologismo o de ecumenismo están pasados de moda... El pensamiento débil, la metodología de la duda están obsoletos ...Y los jóvenes no nos lo dicen, pero lo advierten. Es un reto para nosotros: de acuerdo a nuestras posiciones (las del cristianismo y de la iglesia que son siempre jóvenes con la juventud de Cristo), o más bien los de la moda del momento (que se hace vieja en un tiempo muy corto) entenderemos - o no entenderemos - los problemas de los jóvenes que llegan al monasterio y tendremos para ellos una respuesta fascinante – o una respuesta ya vieja y pasada de moda.

5) Los jóvenes, y todos los seres humanos interiormente jóvenes, aunque no crean que la felicidad es posible, tienen la capacidad de sentir su 'olor'... y esto les afecta.

Si hoy en la Iglesia casi todos los obispos hablan de la llamada "emergencia educativa", creo que hay que atribuir el mérito también a los mismos jóvenes que, de muchos modos,  piden ser educados.

Una de las ventajas de la caída de las ideologías es que los jóvenes tienen menos prejuicios. Claro, tal vez nunca hayan oído hablar de las cosas más obvias de las Sagradas Escrituras, pero están disponibles.
Un periódico no católico escribió, refiriéndose a la afluencia de los jóvenes a las reuniones con el Papa: "Las sociedades europeas atraviesan desde hace demasiado tiempo un período largo y devastador de superficialidad existencial y se siente como un desgarro la falta de un proyecto, de una utopía..." Por eso los jóvenes desean encontrar en el monasterio un nivel diferente de lo que están acostumbrados en el mundo. Parece paradójico, pero a pesar de todo su cinismo de terciopelo, necesitan altos ideales. La palabra "santidad", paradójicamente, a estos casi paganos, les dice más que a nosotros. ¿Qué es entonces la necesidad más profunda de los corazones de los jóvenes de hoy?

Y, como de costumbre, damos un paso atrás: ¿cuál es la verdadera necesidad de mi comunidad frente a los candidatos? A veces puede ocurrir que la necesidad de los candidatos y la de la comunidad no sólo no coinciden, sino que parece estar en conflicto. Es necesario, entonces, que la comunidad sepa mirar de cara sus expectativas: ¿siente la necesidad de personas tranquilas y bien educadas y se escandaliza delante de gente no educada y pecadora? ¿Tiene necesidad de trabajadores y se encuentra frente a personas que nunca han trabajado con responsabilidad? ¿Tiene necesidad de personas maduras y  Dios les envía candidatos muy jóvenes, o al contrario, necesita de fuerzas jóvenes y encuentra delante de sí a caras entradas en años? Etc.
No se trata de "rechazar lo que no nos gusta"; tampoco  de "tomar todo lo que viene", sino  de avanzar más profundamente en un proceso que, en el encuentro entre el candidato y la comunidad, haga evolucionar  a ambos. A veces puede ocurrir que la falsa necesidad del candidato coincida con la falsa necesidad de la comunidad: por ejemplo, en el caso que es típico de los monasterios femeninos donde ingresan "niñas bien", es decir personas que se esconden detrás de un perfeccionismo o un infantilismo agradable para la comunidad, pero que, en realidad, no hace crecer a nadie. La necesidad verdadera de la comunidad consiste en el hecho de que el otro, que Dios envía (si es Él quien lo envía), incite  a todos a un cambio positivo, a una verdad, caridad, fidelidad más grandes. Al igual que en el matrimonio, el desafío educativo es siempre de ambos lados.

Volvemos a la necesidad de los jóvenes: ¿qué es? Creo que es la de todos los tiempos, la misma que llevó a san Agustín a la conversión: "Conocerme a mí. Conocerte a Ti ".

En primer lugar, el joven tiene el deseo de ser él mismo: la demanda sale del ego. He visto a muchísimas  chicas entrar en el monasterio, pensando que querían entregar su vida al Señor o pensando que querían una vida de oración, y luego descubrieron que las frases que su mente formulaba durante el día comenzaban casi todas con la palabra " Yo ". No que su deseo de vivir sólo para el Señor no fuera cierto: de hecho, era más verdadero de lo que ellas sabían, porque era el deseo que Dios mismo tenía sobre ellas. Simplemente en el monasterio empezaban a conocerse a sí mismas y a ver que, por su parte, estaban más bien centradas en sí mismas. Si ellas (y sus formadores!) alcanzan superar el escándalo de las muchas falsas imágenes que caen una tras otra (y por desgracia a veces el mismo formador tiene miedo de la realidad tanto como los postulantes), el ego que verán delante de sí será algo muy pobre. Sólo a través de la segunda pregunta: "Conoscere Te" descubrirán nuevamente su inmensa dignidad.

Conocerse a sí mismo en Dios: por ejemplo, para llamar por su nombre a sus deseos equivocados y poder alcanzar el deseo profundo que los deseos equivocados ocultan en sí mismos. "El mismo pecado es un llamamiento al estado de inocencia", decía Juan Pablo II. En concreto, por ejemplo: Detrás de los celos puede tal vez esconderse una falta afectiva sufrida  en la infancia, pero no podemos detenernos ahí: ¿no hay tal vez una exigencia de poder, de egoísmo y el hecho de estar realizando algunos pecados concretos? Pero en el fondo, sin embargo, la persona que comete este pecado no quería el pecado, sino el bien de ser amado y de amar... Es este bien lo que el pecado ofuscaba, porque sólo amando se puede reconocer que somos amados... Estos celos envían de nuevo a algo grande, hermoso y posible, en Dios. El Evangelio como la Regla son el camino para descubrirlo.

"Conocerme a mí. Conocerte a Ti ": en este deseo está incluida la Iglesia, que es carne y sangre viva de este Tú. No podemos conocernos en Dios sin conocernos en la comunidad; Conocernos a través de otros, conocer a otros, aprender a amar, llegar a ser uno con los demás y con la comunidad, identificarnos con la Iglesia de Cristo, ser uno con Su persona en el Espíritu Santo,... este es el deseo. " ¿Y nada más?" Agustín lo pide para sí mismo. ¿Estamos seguros de que los candidatos no quieren  en el fondo algo más?  ¿Éxito? ¿Cargos? ¿También yo quiero algo más? La respuesta de Agustín, un hombre como nosotros, es: "Nada más".

6) Entonces, ¿cómo educar, como ayudar a que florezca el deseo verdadero del candidato? Todavía no he leído el libro de la conferencia episcopal italiana: "El desafío educativo". Este texto y muchos otros pueden responder mejor que yo. Sólo puedo compartir un poco de experiencia.  En las comunidades, la educación debe ser una prioridad: sé por experiencia que cuando una comunidad tiene otros problemas (por ejemplo, para nosotras, la construcción del monasterio), tiene la tentación de dejar el trabajo de formación en segundo plano: se trata de un grave error. Otro error es delegar a otros la tarea educativa: a los cursos, a un psicólogo etc. Los candidatos, en general, ya han sido “descargados” por sus propias familias: los padres han trasladado la tarea educativa a la escuela o al psicólogo, o les han dado muchas cosas, ropa de marca o permisos de diversos tipos (en función del nivel económico de la familia, pero el corazón de la cuestión es el mismo), para no dar amor, es decir educación. ¿No corremos el mismo riesgo a veces dando cargos o permisos en lugar de formación para personas en crisis? Delegar no es un pecado de omisión: es educar mal. No es no formar, sino formar de manera equivocada a algo equivocado.

En la comunidad monástica todos están llamados a amar en primera persona, y luego a educar a cada uno en el lugar y en la forma que Dios establece para él.
"La relación educativa es relación entre una autoridad y una libertad" (Cardenal Cafarra). Sé por experiencia el riesgo de entender la relación educativa como una relación entre dos libertades y nada más. "La libertad y su ejercicio no es un absoluto por encima del cual no hay nada ...Hay una verdad que discierne lo que es bien y lo que es mal, que precede al ejercicio de nuestra libertad y  sobre cuya base se juzga este ejercicio. ¿Por qué una persona asume la tarea y la responsabilidad de hacer a otra persona una precisa propuesta de vida? Porque está convencida de que esta propuesta es verdadera "(Ibid.). Los candidatos necesitan saber quién es su autoridad, o si tienen que serlo ellos mismos para sí mismos; si hay un camino más grande que ellos, y alguien que lo conozca o no. Incluso si los jóvenes de las últimas generaciones tienen poco "sentido de la autoridad" y, en general, tienden a "ponerse al mismo nivel" o, por el contrario, a "hacerse los bebés" (los dos modos pueden coexistir en el mismo candidato), incluso éstos tienen sed de alguien a quien seguir de verdad.
¿La autoridad sobre qué base se acredita? ¿De acuerdo con su calidad humana?  ¿Cuál es la propuesta de vida que la autoridad hace porque piensa que es verdadera? Y piensa que es verdadera de acuerdo a qué? ¿ A su juicio subjetivo? Según la respuesta a estas preguntas, tendremos lo siguiente: o el autoritarismo o el relativismo, el subjetivismo y el individualismo (que son las ideologías autoritarias de hoy). O una propuesta educativa verdadera. En mi experiencia, tiene autoridad verdadera quien reconoce sobre sí una autoridad; es madre/padre quien sabe que es hijo de la Iglesia.

Todos reconocen, incluso en el campo laico, que la formación es global, de toda la persona, o no existe. Desde aprender a hacerse la cama hasta el descubrimiento de la SS. Trinidad. Algunos pequeños puntos en este sentido, a partir de las exigencias de las nuevas generaciones, que tienen la necesidad y (si encuentran a verdaderos educadores) también el gusto de aprender:
(NO están  presentados en orden de importancia)

- A trabajar con cuidado, responsabilidad y atención, de manera que la mente no vaguee o se vacíe, sintiendo así la satisfacción de haber utilizado bien la cabeza y las manos.

- A razonar, a observar y estudiar la realidad (y de manera simbólica, no sólo técnica), a analizar y sintetizar. Aprender a imaginar, a utilizar la imaginación y el sentido estético. Es útil el estudio de la filosofía, los ejercicios de lógica, el estudio de la literatura y del arte, que son las cosas que en siglos pasados hacían parte de la educación humanística que incluso el simple campesino llevaba dentro de sí, y que ahora ya no hacen parte de la civilización tecnológica e informática. Son cosas que los monjes siempre han trasmitido, contribuyendo a la formación de la cultura.
Incluso preparar un plato: quien trabaja en la cocina puede ser artista ...

- A leer su historia como historia sagrada. No existe desde hace mucho tiempo una teología de la historia, y los jóvenes (¿o también yo?) no tienen el sentido de su historia como una historia hecha por Dios, especialmente en los hechos más dolorosos. Les ayudará mucho el estudio de la historia bíblica, de la historia monástica, de la Orden y de su propia comunidad, de su nación, la historia del mundo, y  de la Iglesia y las vidas de los santos que han construido el tiempo en el cual vivieron. El punto sin embargo, no está en conocer los hechos, sino en saberlos leer en el plan de Dios

- A conocer los sacramentos, como la importancia de la confesión frecuente, no como un desahogo o la liberación de complejos de culpa, sino como experiencia de re-creación. Los candidatos a menudo no tienen el sentido cristiano del pecado, sino un moralismo ateo. Aprender a amar la Eucaristía. Es necesario el descubrimiento de los “misterios de la fe” a través de la lectio y del estudio teológico y litúrgico.

- Aprender el don,  el servicio en forma gratuita, para saber ponerse en el puesto del otro: los jóvenes necesitan que alguien les enseñe, haciéndoles hacer un "ejercicio práctico", porque se aprende a amar amando. Aprender a conocer la castidad como belleza. Aprender la verdadera amistad.

- Aprender la confianza también, por ejemplo, a través de la apertura del corazón. Para los jóvenes de hoy no es una propuesta que parezca lesionar su conciencia. No la perciben como una obligación: sienten este deseo, para poder hacer el descubrimiento de que, para el amor de un padre o de una madre, no hay nada "demasiado malo" y que incluso el mal más grande es poca cosa frente al Amor de Dios. Si el formador no bloquea este deseo con su temor de afectar la conciencia o, por el contrario, con su curiosidad (¡aunque estos son problemas del formador, no de la persona que se tiene que formar!), esto puede llevar la persona a descubrir su propia dignidad en la confianza y en el amor y la conducirá a la experiencia de la responsabilidad, porque la verdadera misericordia no es complaciente, sino capaz de responsabilizar. De todos los puntos nominados este es quizás el más difícil.
Los candidatos “normales” no tienen mucha experiencia de entregarse confiadamente a alguien. O más bien, la gran mayoría de ellos hicieron la experiencia (tal vez sólo una vez, pero fue suficiente) de haberse entregado y de haber sido engañados. O bien se han abierto con alguien que lo ha trivializado, dándole una palmadita en el hombro y diciendo "pobrecito!". No les han tomado en serio, responsabilizándoles. Así que no se fían, y piensan: "Si lo que vale para todo el mundo es la apariencia, es mejor conservar dentro de sí la herida y dar una buena imagen de sí mismo". Las mujeres en particular, están vinculadas a una imagen perfeccionista. Si todavía hasta hace 50 años se podía decir: "Señor, mejor la muerte que el pecado" (tal vez no con total sinceridad...), ahora una fórmula tal nunca se le ocurriría a nadie. Está reemplazada, especialmente en las mujeres, por esta: "Mejor la muerte que quedar mal". Pero, bajo el deseo de hacer "buena impresión" ¿no está el deseo positivo de ser amado y respetado por lo que realmente somos, es decir, por nuestra gran dignidad de pecadores perdonados?

- No encontrar en la autoridad la figura de un "abuelo" que acoge, justifica y no sabe corregir y dirigir. No encontrar en la autoridad un hermano al mismo nivel. En nuestra sociedad competitiva, la "igualdad" no existe: "o ganas tú o gano yo". No ofrecerles una autoridad seria, sino una igualdad es, de alguna manera, obligarles inconscientemente a hacer, como cuando estaban en el mundo, la prueba de su fuerza: " ¿Quien va a ganar entre los dos?" Los jóvenes necesitan a alguien que "sea capaz de ganar las almas", es decir de ganar para Dios sus posibilidades emocionales, intelectuales, espirituales, a través del camino de la conversión.

- Tener una relación con Cristo personal, esponsal, que no conozca compartimentos estanco como si fueran una cajonera, sino que Le encuentren tanto en la oración personal y en la lectio, como en la liturgia, como ocurría, por ejemplo, a Santa Gertrudis. No debemos temer ofrecerles esto, porque, (y escribo el último punto de esta reflexión, pero no de la vuestra) ...

Parece una contradicción, pero lo que los jóvenes de hoy más desean, es recibir confianza: la confianza de Aquel que proponía a los publicanos y a las prostitutas llegar a ser santos. La propuesta de apuntar alto, a la verdad, a la santidad. La confianza en sus posibilidades espirituales más altas. "La felicidad, tanto cuando eres joven como cuando eres mayor, es algo que vale si estás dispuesto a pagarla personalmente", escribió una chica (no creyente) salida de la nada de la droga: creo que en la actualidad esta es la paradoja más grande y el reto de los candidatos de hoy.