Hermana Patricia Murray, ibvm
Consecuencias de la crisis actual, relacionado con
Covid 19, en la vida de las comunidades religiosas
a través del mundo
En agosto de 2019, me invitaron a hablar en la Conferencia de Superiores en Scottsdale, Arizona. Parece que hubiese sido hace mucho tiempo, visto desde hoy donde se ha hecho casi imposible viajar. Muchos de los elementos de esa charla han adquirido un nuevo significado al mirarlos a través del prisma de la actual crisis de Covid-19. Durante la presentación en Scottsdale, cité el poema TRASNA escrito por la hermana Raphael Considine, monja de la Presentación. «TRASNA», en irlandés, significa « Cruce». Empezaré esta tarde compartiéndolo de nuevo con vosotros, porque creo que estos versos resumen el viaje de Covid que los religiosos venimos haciendo desde hace muchos meses.
Los peregrinos se detuvieron en las piedras antiguas, en el valle,
Detrás de ellos se extendía el camino que habían recorrido,
Por delante, la niebla ocultaba el camino.
La pregunta presente, tácita:
¿Por qué continuar?
La vida ¿No es suficientemente corta?
¿Por qué tratar de desentrañar en su misterio?
¿Por qué aventurarse por caminos extraños y arriesgarlo todo?
Seguramente ¡es una apuesta para tontos... o amantes!.
¿Por qué no regresar tranquilamente por el camino que conocemo?
¿Por qué seguir siendo un peregrino?
Una voz conocida les llamó, diciendo:
Este es Trasna, el lugar de cruce.¡Elige!
Vuelve si quieres:
Encontrarás fácilmente el camino: por la vía de ayer,
Pueden armar tu tienda junto a los fuegos de ayer.
Puede haber fuego en las brasas todavía.
Si ese no es tu profundo deseo ¡Quédate quieto!
Deja tu carga.
Toma tu vida en ambas manos,
(se te ha confiado algo precioso)
Mientras buscas los anhelos de tu corazón:
¿Qué estoy buscando? ¿Cuál es mi búsqueda?
Cuando tu estrella se levante en tu interior, confía en su guía.
Tendrás suficiente luz para tu próximo paso
Esto es TRASNA, el lugar de paso. ¡Elige!
Esto es TRASNA, el lugar de cruce ¡Ven!
Estas líneas reflejan muchas de las conversaciones que tienen lugar hoy en día entre los religiosos de todo el mundo. En la UISG, hemos lanzado «Conversaciones Zoom», con la participación de religiosos y religiosas de diferentes continentes, para imaginar juntos el futuro de la vida religiosa. Cada vez que los participantes dicen: «Estamos llamados a algo nuevo»; «No podemos volver atrás, tenemos que avanzar»; «Somos parte de la humanidad sufriente y compartimos su fragilidad y vulnerabilidad».; «Leamos qué nos están diciendo los signos de tiempos hoy».
Durante esa misma presentación en Arizona, hice una serie de convocatorias que esperaba que les hablaran sobre la realidad de sus vidas como superiores. Hoy me gustaría tocar de nuevo algunos de estos puntos en el contexto del Covid, así como la pregunta de sus consecuencias en la vida religiosa en las diferentes partes del mundo. Obviamente lo haré desde mi experiencia con las monjas, pero estoy segura de que encontrarán ecos en su propia vida y en la de sus hermanos y hermanas.
Primer llamado: Ensanchar la tienda de nuestros corazones
El profeta Isaías dijo: «¡Ensancha el espacio de tu tienda, sin demora despliega tus toldos, alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas!» (Is 54,2), Esta imagen, aplicada a la vida religiosa, como a toda vida, habla de la necesidad de un cambio de mentalidad, habla de flexibilidad y arraigo, de hospitalidad sin límites y de identidad segura. Se nos invita a no contenernos, a extendernos, pero al mismo tiempo a «reforzar nuestras estacas» asegurándonos que lo que mantiene la tienda en su sitio tiene que ser profundo.
Este versículo nos invita a hacer espacio en nuestros corazones para Cristo y para aquellos de nosotros que estamos luchando para tener éxito. Es esta forma de ver la que inspiró a nuestros fundadores y estuvo en el corazón de su vida consagrada «como expresión concreta de su amor apasionado»1.
Nuestros fundadores y fundadoras tradujeron su respuesta en un modo de vida particular que respondía a las necesidades de su tiempo. Hoy, particularmente en este tiempo de Covid, vemos, como religiosos/as que nuestros carismas están siendo estirados y extendidos. Pero ¿cómo crear este espacio cuando en algunas partes del mundo nuestros espacios físicos están siendo controlados y podemos sentirnos limitados. En otras partes del mundo los religiosos/as son vistos como actores de primera línea y pueden moverse libremente. Sin embargo, veo que sea cual sea el contexto, los religiosos/as se inspiran en sus carismas para encontrar nuevas formas de “expandir el espacio de sus tiendas”.
Hoy como nunca, tenemos la oportunidad de acercarnos unos a otros, de compartir nuestras ansiedades y temores ya que estamos enfrentando juntos, las consecuencias de esta pandemia. También compartir la bondad, la generosidad, el sentido de comunidad y la solidaridad cuando nos unimos a muchos otros que, como individuos o grupos, tienden la mano a los necesitados. Esto lo podemos hacer solo cuando y si nos encontramos con personas cara a cara. Sin embargo, también podemos hacerlo desde la ventana, por teléfono, por Twitter, Facebook o Zoom. La creatividad nos da enormes posibilidades. Pienso en las cestas que bajan por las ventanas de los apartamentos en Italia y en otros lugares, las canciones desde los balcones, los coros en línea, para levantar el ánimo a la gente: son formas sencillas de compartir con quienes lo necesitan. La cesta es un símbolo poderoso porque cualquiera puede tomar de ella o agregarle algo. Es un símbolo maravilloso de comunidad, unión y solidaridad.
Estoy especialmente consciente de la forma en que muchas congregaciones han «ensanchado sus tiendas» y se han movido para responder a necesidades locales con creatividad y de diferentes formas:
- Involucrar a toda la comunidad en la preparación de alimentos para las familias del lugar, salir a la calle a compartir alimentos y otros suministros, como es el caso en diferentes partes de Asia, África y América Latina.
- Compartir comida y sus propias mesas con quienes que han perdido sus empleos y han regresado a sus hogares rurales, procedentes de las grandes ciudades de la India y Brasil.
- Viajar a lugares remotos para hablar con la gente sobre la enfermedad, cómo puede afectar a las comunidades locales y la mejor manera de prepararse para ella; las hermanas viajan en grupos al Amazonas para llegar a comunidades remotas.
- Trabajar con las comunidades locales para desarrollar formas creativas de hacer máscarillas, gestionar el distanciamiento social en los barrios marginales donde las personas viven apiñadas, encontrar formas de proporcionar suficiente agua para lavarse las manos regularmente en lugares lejos de fuentes de agua, cosas que a menudo damos por sentado.
- Establecer una línea de asesoramiento de Zoom en la India para que las personas puedan llamar si están ansiosas o temerosas; esto se ha extendido ahora a África.
- El uso de la radio para llegar a habitantes de zonas rurales para enseñarles a reconocer y protegerse contra el Covid.
- Establecer viviendas temporales para aquellos que han perdido su empleo.
- Usar la tecnología moderna para que las personas puedan orar, celebrar y participar en la Lectio divina juntos.
- Desarrollar rituales para la muerte y preparación para la muerte, así como para encender la esperanza y la compasión.
Las respuestas que se necesitan hoy en día a menudo ya no están en grandes iniciativas, sino en pequeñas semillas de mostaza: una palabra de esperanza, un corazón que escucha, una presencia compasiva, una mirada sanadora. Esta mística del encuentro se da en todas partes; es «de largo alcance, personal y comunicativo»2.
Vemos esta mística en acción en nuestras comunidades, en las camas de enfermos, en las calles de la ciudad con personas sin hogar, en las fronteras con familias separadas, en los campos de refugiados, en los hospitales y parroquias con personas que luchan.
Este tiempo de Covid nos muestra que estas pequeñas acciones ocultas y discretas de bondad y amor son las que transformarán nuestro mundo. Es la calidad de nuestra presencia individual y comunitaria lo que importa por sobre todo. Aunque no podamos tocarnos, darnos la mano o abrazarnos, estamos llamados a encontrar otras formas de transmitir nuestro amor y cuidado. El papa Francisco ha hablado a menudo de una revolución de la ternura recordando que «la ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el sentido de la vida»3. A través de esta revolución de ternura y amor, el Papa propone una manera humilde de mover continentes y montañas4. Los religiosos/as se preguntan cada vez más: «Cuando la gente viene a pedir comida o simplemente a pasar un momento para conocer nuestras vidas, ¿qué tenemos para ofrecerles? ¿Qué alimentos podemos darles?”»
“La generosidad y la ternura ¿Son parte esencial de nuestro testimonio?»5 las cosas materiales son necesarias en estos momentos, pero de hecho estamos llamados a más: a ser una presencia profética radical, dar testimonio de tener un corazón universal; “de ser un peregrino y una presencia orante” siempre vigilantes, “intercesores, fuertes en la fe”, orientados a Dios, en nombre del mundo entero sufriente6.
Segundo llamado: estar presente en las fronteras
El papa Francisco habla de una Iglesia en vías de salida, de una Iglesia «in uscita», que debe ir a los pueblos heridos, a las periferias. Este período de distanciamiento físico y confinamiento nos desafía en este sentido. Gloria Anzaldua utilizó la metáfora «borderlands» o «la frontera» para designar diferentes tipos de encrucijadas: fronteras geopolíticas, lugares de fractura social, o cruces que existen en múltiples contextos lingüísticos o culturales7.
Estos «borderlands» están alrededor nuestro: en nuestros barrios, a nivel nacional e internacional y, muy cerca de nosotros, dentro de nuestras comunidades religiosas. Puede ser que esta pandemia haya exacerbado fronteras que siempre han existido por motivos de raza, religión, clase o casta. Muchos religiosos, hombres y mujeres hablan de las crecientes tensiones dentro de su comunidad a medida que aumenta la exigencia de hacer frente al Covid en las comunidades locales y nacionales.
He escuchado, en varias comunidades religiosas, sobre el establecimiento de fronteras físicas reales, pero por razones de salud y seguridad: fronteras entre aquellos que han sido infectados con Covid y aquellos que han dado negativo; entre los que están en primera línea porque salen a trabajar y los que se quedan en casa (muchas veces los más frágiles y los de más edad); entre los que llevan batas y mascarillas, los que se encuentran con los enfermos y los que necesitan protección. También reflexionaron sobre la valentía de los miles de laicos que optan por trabajar en residencias de ancianos, hospitales y clínicas, así como de los numerosos trabajadores de los servicios esenciales: recolectores de basura, repartidores de alimentos u otros productos, los del transporte público, los de limpieza, los cocineros... la lista es interminable. Ellos, y muchos otros, también arriesgan sus propias vidas y las de sus propias familias para prestar servicios en hogares e instituciones religiosas.
Necesitamos cultivar un corazón y una mente «borderlands». Es esencial ver «en los ojos de los demás» con mayor comprensión, empatía y compasión de las que uno puede sentir al permanecer en su propio entorno social. Me conmovió profundamente escuchar que hermanas y hermanos que trabajan como médicos y enfermeras en un hospital en la India han ofrecido sus salarios a aquellos que brindan servicios esenciales en el hospital y que no están bien pagados. En otros casos, los encargados de las instalaciones para religiosos y religiosas dijeron a sus empleados que se quedaran en casa y buscaron formas de encontrar personal esencial, a veces trayendo a miembros de su Congregación de otros países y continentes.
«Borderlands» es de hecho una metáfora muy rica. Puede representar la multitud de lugares y oportunidades, permitiendo que personas de diferentes culturas y contextos se crucen, ofreciendo la oportunidad de aprender y crecer juntos. Vivimos en tierras fronterizas. Creo que en esta época de pandemia del Covid este tipo de cruces están ocurriendo a nivel personal y comunitario, tanto presencial o de manera virtual. En los seminarios web de UISG Zoom, hombres y mujeres religiosos se reúnen, a pesar de los idiomas, para compartir, reflexionar y orar juntos sobre una infinidad de temas. Cuando esto sucede, se establecen relaciones que conducen a la transformación mutua. No se trata solo de sobrevivir uno al lado del otro: se trata de construir conexiones profundas, celebrar y apreciar la diferencia, comprometerse a colaborar juntos.
Algunos religiosos y religiosas están trabajando en fronteras geográficas donde siguen llegando refugiados y migrantes con la esperanza de una vida mejor en este tiempo de pandemia. Siguen anhelando cumplir sus esperanzas y sueños en el Norte arriesgándose a ser afectados por el virus. La teóloga española Mercedes Navarro nos recuerda que el Dios cristiano es « un Dios de frontera « y que «para sobrevivir en las fronteras hay que vivir sin fronteras y ser un cruce de caminos. Así, en nuestra contemplación, en nuestras oraciones, en nuestra proyección, necesitamos habitar constantemente las fronteras y los territorios fronterizos; necesitamos vivir proféticamente en el espacio intermedio y encontrar las formas en las que podamos llevar a la gente a través de la brecha de la cultura, la religión, el género, la raza y la etnia. Tenemos que ser personas que se sitúan en las encrucijadas física y espiritualmente, observando y esperando. La preocupación de nuestro corazón, el poder de nuestras oraciones y nuestra protección pueden apoyar a aquellos hermanos y hermanas que se encuentran en las fronteras físicas en diferentes partes del mundo. Podemos preguntarnos: «¿Qué significa vivir sin fronteras y ser una encrucijada hoy? ¿Cómo podemos estar presentes física y espiritualmente en las fronteras de hoy?».
Finalmente, estamos llamados a abrazar la vulnerabilidad.
Quizás una de las imágenes que captó claramente la vulnerabilidad fue la del Papa Francisco rezando solo en la plaza de San Pedro. Antes de la pandemia, al examinar la evolución del estado de las congregaciones religiosas en todo el mundo, podíamos ver las etapas de un ciclo de vida: nacimiento, madurez, declive y, en algunos casos, desaparición... Vivimos el ciclo de pasión, muerte y resurrección a nivel personal y organizacional. Ahora, con el impacto del Covid, este sentimiento de vivir el Misterio Pascual se ha profundizado aún más.
Muchas congregaciones han perdido miembros a causa del virus: algunas han perdido pocos, otras un gran número, especialmente en los primeros días, cuando no estábamos consientes de cuán contagioso era este virus. Obviamente, Italia y luego España fueron muy golpeadas en las diocesis y en las congregaciones. Muchos sacerdotes, hermanas y hermanos murieron. Esto ha continuado en otros países, particularmente en los Estados Unidos.
En la UISG, hemos sido duramente golpeados por el Covid a título personal: la hermana Elisabetta Flick, que ocupó el cargo de Secretaria ejecutiva adjunta, murió apenas tres meses después de su jubilación en el norte de Italia, después de tres días de caer enferma. Estoy segura que todos hemos tenido experiencias similares. Luego, en la UISG, regularmente nos enteramos sobre numerosas congregaciones afectadas e infectadas. Y las comunidades lloraban a sus hermanas y hermanos, sin siquiera poder enterrarlos con los rituales y liturgias habituales en sus congregaciones.
Como religiosos hemos vivido y estamos viviendo un estado de gran fragilidad y vulnerabilidad. En el sentido más profundo, esto nos hace más adecuados que nunca, nos pone en comunión con las personas de nuestro tiempo y lugar que enfrentan la muerte de seres queridos y la imposibilidad de despedirse de ellos. Vivimos en una especie de «espacios fronterizos». Las Escrituras nos recuerdan que estos lugares son a menudo desiertos o montañas.
La gente casi siempre parece sentirse obligada a ir al desierto y «tomar la ruta más dura, más cara y peligrosa, un ejercicio exigido por la radicalidad de su fe»8. Es aquí, en el desierto, donde la gente ha sido alimentada, cinco mil a la vez, y toma forma una nueva comunidad. Recordemos constantemente que «el lugar de la escasez, incluso de la muerte, es revelado por Jesús como un lugar de esperanza y de vida nueva»9.
Richard Rohr describe el espacio de frontera como «un momento crucial en el medio, donde todo realmente sucede y, sin embargo, parece que no está sucediendo nada»10. Este es el tiempo de espera. Para nosotros religiosos/as, en este momento, parecemos estar en este tiempo de espera en el que se nos llama a ser pacientes, a dejar tiempo y espacio para que lo nuevo se abra paso.
En este lugar de frontera, podemos compartir nuestras ideas entre nosotros y escucharnos profundamente unos a otros para compartir cómo sentimos el llamado de Dios; estas conversaciones pueden revelar susurros del Espíritu.
El escritor espiritual Belden Lane, reflexionando sobre la muerte de su madre, escribe: «El punto de partida para muchas cosas es el dolor: en el mismo lugar donde el final de las cosas parecía tan absoluto»11. Nuestra fe nos recuerda que «el dolor del cierre» es a menudo «lo que precede a una nueva comienzo en nuestras vidas»12. Sabemos que nuestra experiencia de debilidad, confusión y búsqueda nos pone en medio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Lo que tenemos que ofrecer a las personas hoy en día es sobre todo nuestra experiencia de vulnerabilidad, fragilidad, debilidad y nuestra profunda convicción de que la gracia de Dios rara vez llega de la manera que esperamos. A menudo exige «el abandono de toda seguridad» y sólo aceptando la vulnerabilidad que exige la gracia, nos encontraremos llamados a la plenitud13. Es a través de nuestras propias limitaciones y debilidades como seres humanos que estamos llamados a vivir como Cristo vivió.
Hacer profesión de los Consejos Evangélicos de pobreza, castidad y obediencia es «testimoniar radicalmente el poder del Misterio Pascual» al entregar todo a Aquel que ofrece la vida eterna. ¿Podemos tener conversaciones sobre fragilidad y vulnerabilidad entre nosotros y con los demás? ¿Creemos que Dios está preparando el camino para algo nuevo en nuestras propias vidas? ¿En la vida del mundo?
Conclusión
Hace unos veranos, asistí a un seminario sobre leadership creativo en la Burren School of Art en el oeste de Irlanda. El Burren en sí es una región con paisajes extraordinarios. Es una de las regiones kársticas/ calcáreas más importantes del mundo; en este lugar hay una cierta cualidad mística. Éramos un grupo muy variado de personas, provenientes de diferentes orígenes y de diferentes partes del mundo. Tuvimos muchas buenas conversaciones sobre leadership. Al final de cada reunión, un poeta, músico o artista resumía la esencia de cada conversación con un poema, un símbolo o una respuesta musical… porque el líder es realmente un artista. Al final de una de las reuniones, Martin Hayes, un violinista tradicional irlandés, tocó una pieza que terminó con una nota larga. Me di cuenta de que como religiosos, debemos aprender a escuchar e identificar esas notas largas que se tocan en la vida cotidiana y que nos muestran lo que está sucediendo en un nivel más profundo y nos llaman a buscar formas de responder a ello.
San Ignacio de Loyola nos pide que imaginemos la Trinidad mirando el mundo desde arriba contemplando lo que le sucede la humanidad. Casi podemos escuchar a la Trinidad decir: «Trabajemos para transformar a todo el género humano; respondamos a los gemidos de toda la creación»14. La meditación nos invita a «descender a la realidad del mundo e involucrarnos en ella, para transformarla»15. Ir más allá toca las profundidades místicas y proféticas de nuestras vidas de las que fluye toda nuestra acción. Las respuestas radican en estar abiertos y dispuestos a participar en simples actos de encuentro, de comunión con los que están cerca y con los que están lejos. Vemos que podemos hacer esto en estos tiempos de muchas maneras diferentes y creativas. Encontrarnos con el otro y estar comunión con los demás está en el corazón de nuestra vocación, incluso cuando encontramos formas nuevas y creativas de hacerlo.
Vivir la mística del encuentro exige «la capacidad de oír, de escuchar a otras personas; la capacidad de buscar caminos y medios» para construir juntos el Reino de Dios en este momento particular. En todo el mundo, los religiosos/as se ven de nuevo como discípulos misioneros, buscando avanzar, tomando la iniciativa audazmente, saliendo al encuentro los demás, buscando a aquellos que están perdidos y solos, temerosos y olvidados. Nos sentimos llamados sobre todo a ser una presencia contemplativa en el mundo, discerniendo cómo responder a estos paisajes cambiantes; para decirnos lo que ocurre dondequiera que nos encontramos, cómo nos sentimos llamados a responder e invitar a unos a otros a apoyarse.
Estoy gratamente sorprendida en estos tiempos: religiosos y religiosas trabajando en red, colaborando y compartiendo lo que tienen, por el bien de quienes más lo necesitan. A menudo mostrando valentía frente a lo desconocido, una valentía que entiende la fidelidad como «un cambio, un florecimiento y un crecimiento, finalmente religiosos que dan testimonio, fieles a la búsqueda continua y sin fin de Dios en este tiempo y lugar cambiantes”.
1. Papa Francisco. Testigos de alegría. Carta apostólica a todos los consagrados con ocasión del Año de la Vida Consagrada, § 2.
2. Papa Francisco. Testigos de alegría. Carta apostólica a todos los consagrados con ocasión del Año de la Vida Consagrada, § 2.
3. Papa Francisco. Teología de la ternura. 13 de septiembre de 2013.
4. Mateo 17:19; 21, 21.
5. Patricia Jordan, fsm, Shifting sands and solid rock (Heredfordshire: Gracewing Publication).
6. CICLSAI, Keep Watch, To consecrated Men and women, Journeying in the footsteps of God. 8th september 2014.
7. Introducción a la cuarta edición de Norma E. Cańtu y Aida Hurtado en Gloria Anzaldúa, Borderlands: La Frontiera – The New Mestiza, 4ª edición (San Franciso: Aunt Lute Books, 2012) 6.
8. Beldon C. Lane, The Solace of Fierce Landscapes: Exploring Desert and Mountain Spirituality (Londres: Oxford University Press; 8ª edición, 26 de febrero de 2007), pág. 44.
9. Ídem.
10. Richard Rohr, Meditación diaria para el Sábado Santo.
11. B. Carril, El consuelo de los paisajes feroces, 25.
12. Ídem.
13. Íbid pág. 30.
14. P. Daniel Ruff, sj, Bulletin de la Antigua Iglesia de San José en Filadelfia, Adviento 2008.
15. Josep M. Lozano, Leadership: The Being Component, en J. Business Ethics, publicado en línea el 23 de marzo de 2016.