El ícono del Encuentro (La Presentación de Jesús en Templo).
Obra de Claudio Pastro. Monasterio de El Encontro, Brasil.
El Ícono de El Encuentro
Una meditación
Martin Buber afirma que toda vida verdadera es un encuentro. Del encuentro nace una relación. Dios mismo es relación, ya que es amor. El encuentro opera una transformación, una conversión. Es una realidad de la que salimos diferentes de lo que éramos. Frente al otro, nos convertimos en lo que somos, entramos en nosotros mismos, nos conocemos. Nunca se sale indemne de un encuentro. El “yo” se convierte en “tú”.
Simeón, impulsado por el Espíritu, va al templo. El anciano se encuentra con un niño, lo toma en sus brazos y lo pone en el altar. El niño hace surgir una vida nueva. El anciano está atrapado en la novedad de la juventud de Jesús. Ve la luz de las naciones, “mis ojos han visto tu salvación”. Los padres están maravillados. María escucha la profecía de Simeón. La espada le traspasa el alma. Ella acepta el anuncio poniendo una mano sobre el altar. José comunica en un silencio que supera toda palabra. Quizás esté absorto en el misterio de las dos tórtolas que está a punto de ofrecer en sacrificio. La profetisa Ana, doblada bajo el peso de sus ochenta y cuatro años, no abandona el Templo, sino que se dispone a alabar a Dios y a hablar del Niño como un impulso de gracia. Verdaderamente en este misterio el “Yo” se ha convertido en un “Tú”.