A la muy querida comunidad de Saint Bertin su hermano Bernardo, abad de Clairvaux, envía saludos y la constancia de sus oraciones.

¡Coraje, mis queridos amigos! Manteneos en el camino al que os habéis comprometido, porque nada honra tanto al maestro como el progreso del discípulo, y quien no se dedica a la escuela de Jesucristo es indigno de tal maestro, especialmente cuando uno considera que en esta vida presente nada permanece estable en la misma condición, y que en el momento en que alguien deja de subir, esa persona comienza a hundirse. Nadie debería decir, “Quiero permanecer como soy, me basta ser hoy lo que era ayer”. Tal propuesta significa querer permanecer en el camino y detenerse en la escalera donde todos los ángeles que el patriarca vio que subían o bajaban (Gn 28, 12). Por mi parte os digo: “Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga” (1 Co 10, 12). El camino que recorremos es estrecho y escarpado, desprovisto de paradas; sólo en la casa del Padre podremos encontrar un lugar donde detenernos; porque cualquiera que afirme vivir en Jesucristo debe andar como Jesucristo anduvo (1 Jn 2, 6). Ahora bien, hablando de él, el evangelista nos dice: “Crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52). Lo veis bien, en lugar de detenerse “se ha lanzado a pasos gigantescos en la carrera que tenía que recorrer” (Sal 18, 6). Si estamos realmente inspirados correremos tras Él, seguiremos en la dulzura de sus perfumes, y no dejaremos que se aleje demasiado de nosotros, por temor a que el camino se vuelva más peligroso y difícil para nuestra alma perezosa y cargada, cuando se vuelve demasiado distante para oler el olor de sus perfumes y reconocer sus huellas.

(Carta de San Bernardo a la comunidad de Saint Bertin, tomada del sitio de la abadía de San Benito del Bouveret, de san Bernardo).