Dom Eamon Fitzgerald

Abad General OCSO

La Orden en 2017
y algunas señales para el futuro

Palabras en la apertura del Capítulo General 2017

 

EFitzgeraldQueridas hermanas y hermanos, es costumbre que el Abad General diga algo acerca de la Orden, pero cómo decirlo, sin dar una vuelta al mundo y hablar de estadísticas de las que de todos modos todos algo sabemos, fue un desafío para mí. Pensé en hablar de dos comunidades, una de tipo tradicional y la otra una pequeña pre-fundación. Mi experiencia al visitarlas este año me dio una perspectiva que no tuve en visitas anteriores. Quizás este compartir pueda contribuir en algo a la reflexión y a colaborar con lo que hemos de hacer hoy al comenzar este Capítulo General.

Asistido por la abadesa de Rivet, Francia, en mayo de este año, hice una Visita a Citeaux y Munkeby su fundación en Noruega. Hay 26 monjes en esa comunidad, de los cuales 24 son profesos solemnes y 2 postulantes, con 6 solemnes ausentes (3 de los cuales están en Noruega). Tienen dos familiares y dos monjes huéspedes, así pues, son 24 los que viven en comunidad. A pesar de disminuir, desde los primeros años de este siglo hay una buena actividad vocacional. Dentro de esta comunidad las edades son variadas, con un buen núcleo de gente activa y algunos jóvenes. Una liturgia bella, una forma de trabajo responsable que permite una vida monástica seria y simple.

Poseen una granja lechera y bosques, la leche que se obtiene se emplea en la abadía en la producción de queso. Dirigen asimismo una tienda donde el queso tiene mucha demanda. Aunque nada queda del siglo XII, existen aún edificios de los siglos XIII y XV y XVIII, así como del XIX y XX. La mantención de esos edificios supone un desafío para la comunidad y los miembros de la familia Cisterciense.

La tarde anterior a la Visita me hice la siguiente pregunta: ¿Qué les pedimos hacer en la última Visita y cómo respondieron? Quedé muy impresionado con el resultado. Habíamos recomendado:

citeauxUn cambio de responsables; la necesidad de un diálogo con los hermanos de Munkeby; tener una ayuda externa para el diálogo comunitario; una mejor organización de trabajo; hacer algo para mejorar el ingreso en el monasterio. Y todos esos puntos tuvieron respuesta: hubo seis cambios de responsables, algunos de ellos pedidos por los mismos hermanos por diversas razones. Entre ellos el prior; el maestro de novicios; el hospedero, el enfermero y algunos cambios en el departamento del cillerero. El diálogo con los hermanos de Munkeby tenía que ver con malentendidos o desacuerdos desde los años de la fundación que considerábamos necesario de una puesta al día. Así pues, los hermanos vinieron de Munkeby por una semana y sin ninguna ayuda externa ni discernimiento, tuvo lugar un fructífero diálogo, aunque no exento de dificultades y tensiones. Algunos hermanos en Citeaux también notaron que sus conversaciones necesitaban ser algo más espontáneas y libres y que de nuevo se requería buscar ayuda. La organización del trabajo estaba relacionada con una disminución del personal y necesidad de formar a un hermano responsable de la producción de queso y las necesidades de su fabricación, así como la complejidad de dirigir un negocio en el mundo de hoy. Se hizo una auditoría, pero, a mi entender, las opciones deben aún considerarse. Otros elementos dignos de mención son: el programa “Seekers of happiness”, (“Buscadores de felicidad”) que permite a huéspedes y posibles candidatos vivir en la comunidad y compartir la vida de los monjes por un período determinado. Tienen actualmente algunos fines de semana al año lectio divina en la hospedería, guiados por dos hermanos. Pienso que funciona bien. La comunidad ha construido también una casa dentro de su propiedad, disponible para refugiados, a cargo de la comunidad local, con un monje como persona de contacto. Han entrado también en relación con otros grupos monásticos tanto para encuentros eclesiales, como ecuménicos.

Con esta instantánea podemos tener alguna idea de los elementos que ocupan la vida de un monasterio tradicional en el mundo de hoy. Las cosas que destaco aquí son: tomaron seriamente la Visita, la comunidad habló y los visitantes los escucharon. El abad y la comunidad escucharon lo que éstos tenían que decir y actuaron en consecuencia. Escucharon también a la Iglesia, para responder a las necesidades del mundo de hoy: el monasterio está abierto a las personas y también muestra apertura a los pobres. (Y a otras comunidades monásticas y religiosas). Pero también luchan viviendo la vida del mundo de hoy como monjes: ganándose el sustento, lidiando con su herencia, aprendiendo y deseando aprender a vivir en comunidad y hacer espacio para las personas y las consecuencias de su vocación y formación en el mundo de hoy. Es una comunidad viva y lo que depara su futuro, solo Dios sabe, pero tienen un oído atento.

munkebyMunkeby es una comunidad pequeña, tres monjes al momento de nuestra visita, con dos hermanos presentes que estaban interesados en su transferencia. Uno la ha hecho desde hace tiempo, pero nada sé del otro. Fundados por Citeaux en 2009, hubo sentimientos encontrados en la comunidad, aunque la mayoría se mostró favorable a dicha fundación. Los hermanos viven en una pequeña propiedad, una casa de madera en una parte relativamente remota de Noruega. La casa tiene seis pequeños pero agradables dormitorios, una pequeña capilla, con una ventana de ápside, una pequeña sacristía, una ducha, un pequeño scriptorium, una cocina –comedor, así como un sótano donde elaboran su queso. Es una casa moderna, cálida y confortable, pero con un espacio muy pequeño. Uno se siente en el siglo XXI. En el interior de la casa el ambiente es el de una familia y mientras estuvimos allí, conversamos durante las comidas principales. El lugar es solitario y silencioso y, aunque hay otras casas alrededor, uno ve a poca gente. Los hermanos se insertan bien en la cultura y en la Iglesia de Noruega. Las vocaciones son escasas, aunque algunas acudirán de lejos a esa comunidad de proporciones humanas. Lo interesante en el curso de nuestra visita fue oir las observaciones de las experiencias de los transferidos: apreciaban el equilibrio en la vida, con tiempo para oración y lectura; la Regla se lleva aquí seriamente. El trabajo se organiza cada día y se conversa sobre las diferentes necesidades. Una vez a la semana se reúnen para una acción de gracias, reconciliación y corrección fraterna; las personas son respetadas, ayudadas y escuchadas. Se vive una atmosfera familiar, y un sentido de responsabilidad compartida; tienen una dimensión ecuménica y una sana apertura hacia la gente del lugar.

La comunidad estaba completando un nuevo edificio (tres habitaciones para huéspedes, una fábrica de queso, una cocina para huéspedes, una portería y una sala de reuniones). Me impactó como nunca, cómo el edificio y los nuevos miembros parecían encajar en ese monasterio para gente del siglo XXI. Los edificios del siglo XIX, no modernizados, pero si adaptados a las personas y sus aspiraciones, formaban una unidad. Solo Dios conoce cual es el futuro de esta comunidad, pero parece responder a un monacato para nuestro tiempo y puede muy bien satisfacer las necesidades de nuestros contemporáneos. Los hermanos vienen aquí con una tradición, pero no traen el exceso de equipaje del monasterio tradicional y pueden vivir de manera más simple. Las “regulaciones humanas” tienen menos peso aquí, mientras que lo esencial no se ha perdido. El papa Benedicto en un libro reciente sobre sí mismo, tiene una magnifica cita de Tertuliano que dice: “Jesús no dice soy tradición, sino soy la verdad”

En este espíritu me gustaría ofrecerles el aroma de un documento que encontré solamente hace una semana, pero que fue publicado a comienzos de este año en italiano y está ahora disponible en inglés con el título de: “Vino Nuevo en Odres Nuevos”. Un documento publicado en forma de libro por la Congregación para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Es el resultado de un encuentro plenario de esa Congregación y el fruto de los encuentros y sesiones celebrados en Roma a lo largo del Año de la Vida Consagrada. Ofrece orientaciones generales para la vida consagrada y sus desafíos desde el Vaticano II. Un documento muy directo y contundente que aborda muchas de las dificultades actuales.

El dicho de Jesús: “Vino nuevo en odres nuevos”, se encuentra en los tres evangelios sinópticos y enfatizan la novedad del mensaje y la persona de Jesús. Mientras en Jesús hay continuidad y cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo, hay también novedad y cambio radical. Las formas y prácticas religiosas tradicionales son cuestionadas por la manifestación de la misericordia de Dios en la persona de Jesús y puesta en práctica. La forma en que Jesús proclama el Reino de Dios está basada en la ley de la libertad. He dicho es un llamado a la flexibilidad en relación con los caminos de prácticas religiosas que fácilmente se institucionalizan, carentes del sentido que antaño expresaban. El documento subraya que “una renovación incapaz de tocar y cambiar las estructuras, además del corazón, no lleva a un cambio real y duradero” (n°3). El documento ve la renovación que siguió al Vaticano II como una expresión de su “nuevo vino”, que vio nuevos ministerios, nuevas formas de gobierno y diferentes expresiones de solidaridad que eran inimaginables con anterioridad. Pero eso no significa que los antiguos hábitos y formas de pensar y actuar no continuasen. Esto es normal porque el cambio genuino no es nunca automático y necesita tiempo para lidiar con el conflicto inevitable. El trabajo del Espíritu Santo en nosotros no es nunca sin dolor.

El documento reconoce el importante papel de la vida consagrada en este nuevo periodo de apertura y diálogo en el mundo que siguió al Vaticano II y que benefició a toda la Iglesia. Pero también reconoce la fragilidad y la fatiga que dice necesita ser reconocida para que el viaje continúe, pero con creciente fidelidad y creatividad. En todo esto necesitamos recordar que el documento está dirigido a todos quienes viven la vida consagrada y así concierne también a los ministerios que han cambiado y continúan cambiando debido a los rápidos cambios en la sociedad. Pero todo de lo que habla no es ajeno a nuestra experiencia. Menciona el peligro de focalizar las estrategias de supervivencia cuando lo que se necesita es libertad para relanzar nuevos procesos. Para ello se necesita capacidad para promover un esfuerzo de colaboración. Lo que el documento apunta es a alentar una renovación. Se trata de tener una nueva aspiración a la santidad impensable sin una renovada pasión por el Evangelio.

La segunda sección del documento se refiere a los desafíos en curso. Apunta que todos los sistemas estabilizados tienden a resistir el cambio y trabajos para mantener su posición. (“dicen lo antiguo es bueno”, como apuntó Jesús). Esto puede ser hecho escondiendo inconsistencias o negando realidad y diferencias en orden a mantener la paz y demás. Desgraciadamente hay demasiado comportamiento que es meramente formal que no lleva a una verdadera conversión de corazón.

El tema de vocación y de la identidad es estudiado porque la Congregación esta muy preocupada por el continuo alto número de abandonos de la vida consagrada, que ocurre tanto en los jóvenes profesos como en los miembros antiguos en todos los contextos culturales y geográficos. Aunque el momento de salida pueda comprender crisis emocionales, las raíces del problema son, a menudo, el resultado de una falsa vida de comunidad. Lo que se ha enseñado y lo que se ha experimentado es tan diferente que puede provocar una crisis de fe. No ayuda el excesivo énfasis en el trabajo o el ministerio y no encontrar las raíces profundas de los miembros jóvenes. A menudo la impresión es que el proceso de formación es más sobre impartir información que sobre cambiar conductas y cómo vivimos. Integrar diferentes culturas puede demostrar un desafío de continuar con las clásicas formas de hacer las cosas.

Preocuparse por el crecimiento armonioso de las dimensiones espirituales y humanas requiere una atención real a las personas. Para que una formación sea efectiva debe estar basada en una enseñanza estrictamente personal y sin tener la misma solución para todos. Es más un problema de iniciación que requiere un contacto entre el maestro y el discípulo, caminando al unísono en confianza y esperanza. También debe tener lugar en una vida fraterna cuando uno aprende la aceptación de los otros. La formación continua se menciona también en términos de necesidad de desarrollar una cultura sobre ello y así debe ser, no con conceptos teóricos, pero con la habilidad para revisar y verificar la experiencia real vivida dentro de la comunidad.

La sección final en el área de los desafíos considera lo que llama “relaciones en lo humano”. Tomo esto como para indicar relaciones tanto humanas y como personales. Aquí habla acerca de tres aspectos: reciprocidad entre hombre y mujer; servicio de la autoridad y finalmente modelos relacionales. Hablando acerca de las relaciones entre hombre y mujer, afirma que:

“En los modelos de vida, en las estructuras de organización y de gobierno, en el lenguaje y en el imaginario colectivo, somos herederos de una mentalidad que resaltaba profundas diferencias entre el hombre y la mujer, en detrimento de su idéntica dignidad” (nº 17). “A pesar del camino que se ha recorrido, hay que reconocer también que no se ha alcanzado todavía una síntesis equilibrada y una purificación de los esquemas y de los modelos heredados” (nº 18). Falta una verdadera reciprocidad en la esfera de la vida consagrada. Así la vida consagrada y la Iglesia tienen aún que recorrer un largo camino.

El servicio de la autoridad es también problemático hoy día con insuficiente subsidiaridad y la débil o ineficiente corresponsabilidad en la práctica del gobierno. En temas serios, recurrir a la mayoría de los votos de acuerdo a la ley sin esfuerzos para explicar, proveer honesta información y clarificar objeciones, no es una práctica sabia, mucho menos habiendo alianzas de grupos de intereses. Esto es opuesto a la comunión carismática del instituto y milita contra un sentido de pertenencia. Ninguna autoridad, ni siquiera un fundador es el exclusivo intérprete del carisma ni esa persona está por encima de la ley universal de la Iglesia. El documento continúa hablando de las recientes experiencias en algunos institutos, en especial, los fundados recientemente, experiencias de manipulación de la libertad y dignidad de la gente. No se deben fomentar actitudes infantiles que no conducen a una madurez ¡El autoritarismo va en detrimento de la vitalidad y fidelidad de los consagrados! La vida fraterna ha de ser definida de tal manera que sea un mutuo apoyo para todos para realizar la vocación de cada uno. Concluyendo esta sección sobre el servicio de autoridad dice que aquellos que no llevan a cabo este ministerio con una paciente escucha y una positiva comprensión, se quedan sin una real autoridad entre sus hermanos y hermanas. Nuestro modelo es Cristo que no vino a ser servido sino a servir.

Modelos relacionales: El cambio que implica la imagen de convertirse en odres nuevos supone esfuerzo, habilidad y deseo de cambio. Así pues, se necesita tener un verdadero deseo de renunciar a cada forma de privilegio. Modelos obsoletos de autoridad necesitan especialmente ser abandonados para que las nuevas posibilidades puedan surgir en el ámbito del gobierno, la vida común, el manejo de los bienes y la misión. Ejemplos de este bloqueo son: la persistente centralización del poder de decisión y la falta de rotación en el gobierno de comunidades e institutos. Es también claro que la clericalización de la vida consagrada se ha intensificado en las décadas recientes. Obediencia y el servicio de autoridad se han convertido en temas más sensibles por los profundos cambios en las culturas. Hoy, las palabras superior e inferior no son ya apropiadas. Ese es el lenguaje de un contexto piramidal y no el de comunión. Hay una impresión común de que el fundamente evangélico de fraternidad falta a menudo en las relaciones entre superiores y miembros de las comunidades. Se da más importancia a la institución que a las personas que la forman.

Esta sección termina con un recuerdo de la naturaleza eclesial del gobierno de un instituto. Los bienes de un instituto son bienes eclesiales, y sirven al mismo propósito evangélico de promover a la persona humana, la misión y el compartir caritativo y de apoyo con el pueblo de Dios. Un compromiso común sobre el interés y el cuidado de los pobres puede dar nueva vitalidad a un instituto.

La tercera y última parte de este documento habla de preparar nuevos odres y acerca de la formación continua e inicial, así como de relaciones evangélicas. Me gustaría terminar con lo que pienso es una cita muy significativa sobre la formación continua.

“La formación continua ha de ser orientada hacia la identidad eclesial de la vida consagrada. No se trata de ponerse al día sobres las nuevas teologías, las normas eclesiales o sobre los nuevos estudios, acerca de la propia historia y carisma de el Instituto. Se trata de consolidar, o con frecuencia incluso volver a encontrar el propio lugar en la Iglesia al servicio de la humanidad. A menudo esta labor coincide con aquella clásica segunda conversión, que se impone en momentos decisivos de la vida, como la mediana edad, una situación de crisis, o también el retiro de la vida activa por una enfermedad o edad avanzada.

Estamos todos convencidos de que la formación ha de durar toda la vida. Sin embargo, hemos de admitir que no existe todavía una cultura de la formación continua. Esta carencia es el fruto de una mentalidad parcial y restrictiva de la formación continua, a cuya importancia somos poco sensibles y en la que la implicación de las personas es mínima.

Creer que la que formación es de veras continua solo cuando es ordinaria y se cumple en la realidad de cada día. Permanece todavía una interpretación débil o sociológica de la formación continua como si fuese un simple deber de actualización o una exigencia eventual de renovación espiritual, y no de una continua actitud de escucha y de intercambio de llamados, problemáticas y horizontes. Cada cual está llamado a dejarse tocar, educar, provocar, iluminar por la vida y por la historia, por los pobres y los excluidos, y por los que están cerca y por los que están lejos”.

Esta afirmación tiene para mi resonancias con los fundamentos de nuestro llamado monástico y especialmente con el cap.7 de la Regla de San Benito y su llamado a vivir en el recuerdo de Dios y en síntesis en oración continua. Os animo a haceros con este documento tomarlo y leerlo.