Dom Luc Corneau, OSB
Abad de la Pierre-qui-Vire (Francia)

DOM DENIS - JEAN HUERRE, OSB
1915-2016

Liturgia de Vigilia - viernes 11 marzo 2016
Lectura: Mt 5, 1-12a

 

DHuerre1“Felices”, palabra clave del Evangelio y de la Biblia, palabra que no podría expresar mejor la vida de nuestro hermano Denis. Feliz ha sido, y feliz es hoy, ésta es nuestra esperanza y nuestra oración por él. Y felices somos nosotros también de haberle conocido y frecuentado. Ésta es sin duda la razón por la que todos queremos hacer memoria de él esta noche. Esperamos poder hacerlo en presencia de su familia, de sus sobrinos y sobrinas, también de nuestros hermanos abades y monjes de Belloc, Tournay, y de Calcat Landévennec, de nuestros hermanos André y Dominique de Thien Binh quienes han venido de París, Mons. Gilson y Mons. Stenger, y todos nuestros huéspedes y amigos. Esta evocación no hará más que tocar la superficie de una vida tan rica y plena, que alimentará nuestra gratitud y acción de gracias a Dios, por darnos tal padre y tal hermano.

Jean Huerre nació el 17 de agosto de 1915 en París. Eran los años de la “Gran Guerra”. Le gustaba recordar a los bomberos corriendo a gran velocidad por los distintos bulevares, alertando a la población de los ataques de los aviones. Tenía apenas tres años. Su padre era bretón de Saint Malo y su madre oriunda de Grasse, Provenza, tuvieron cinco hijos, de los cuales Jean es el tercero detrás de Jacques, que se hizo sacerdote en 1939. La vida familiar era feliz. El sr. Huerre alternaba su actividad de farmacéutico entre su tienda y el hospital St. Louis, donde realizó investigaciones sobre enfermedades de la piel. Jean fue a la escuela del Oratorio Rocroy Saint Leon, y luego en el Lyceé Louis-le-Grand.

El hermano Denis sitúa el origen de su vocación monástica a la edad de siete años, durante una visita que hizo a su tía monja en Caen. “Fue el año de mi Primera Comunión privada, momento muy profundo e íntimo que nunca se olvida. Fuimos a Vísperas y nació en mí lo que todavía siento ahora en un oficio monástico, el deseo de esta vida. Delante de la puerta de la iglesia, le dije a mis padres y era como decírselo a Dios: “He encontrado lo que estaba buscando”. Esta primera intuición se fortaleció durante una estancia en la Pierre-qui-Vire. “Anunció su decisión de ser monje a su confesor sulpiciano, quien le pidió esperar un poco y “hacer dos años de seminario para reflexionar”. Realizó un año de estudio académico en historia y geografía; a continuación, dos años en el seminario de Issy-les-Moulineaux. Durante estos años, se encargó de los niños del patronato de Nanterre, luego, se inscribió en los Equipos Sociales de Saint-Ouen, donde descubrió el medio obrero, desconocido para él hasta entonces. Jóven, se abonó a la revista Études y a la revista Sept que terminó siendo (más tardeTemps présent) de los dominicos. En el seminario, el superior pensaba que podría muy bien convertirse en profesor y ser su asistente. Al estudio de la teología, añadió un tiempo de preparación militar, “porque para todos, señala, estaba claro, que la guerra se veía en el horizonte”. Antes de salir para el servicio militar, realizó un retiro de cuatro días en la Pierre-qui-Vire, confirmando así su deseo de vivir allí. Se incorporó al ejército en octubre de 1937, en París, “en el barrio Saint-Cyr como cadete”, y luego destinado a la guarnición de Estrasburgo. Hecho prisionero en mayo de 1940, fue enviado a una oflag en Silesia, donde convivían allí 5.000 oficiales que compartían un rectángulo de 800 por 400 m. Entre sus compañeros encontró a los futuros sacerdotes Laurentin y Congar. De los momentos fuertes allí experimentados, recuerda la misa diaria por la mañana, en el rincón de una cabaña antes de la llamada de los alemanes; el “Salut à la France” de los hombres de pie, en silencio, mirando hacia el oeste.

En 1943, le escribió al P Abad Fulbert expresándole su deseo de “ser recibido como novicio”. Recibió una respuesta alentadora del padre Nicolás Perrier, que tomó como aceptación.

Así, “menos de cinco meses después de su liberación” se presentó en la Pierre-qui-Vire el 15 de septiembre de 1945. En el momento de tomar el hábito, un compañero postulante abandonó. El padre Plácido le preguntó si él también quería marcharse. “Mi respuesta fue espontánea, si se me acepta, me quedo”. Hizo los estudios para el sacerdocio. Se encargó del trabajo del aseo de la sacristía, alentado discretamente por los padres. Claude y Plácido clasificando y deshaciéndose de los trastos viejos.

En 1947, el abad Fulbert le pidió si podía escribir “algo sobre el padre Muard”. Se puso a trabajar en este libro que fue publicado para “el centenario del monasterio en 1950”, después de haber sido leído en el refectorio. Mientras tanto, para su sorpresa, fue llamado a la ordenación. Fue ordenado el 22 de mayo de 1948, con los hermanos Angélico, Romuald, Ansgar y Jean Badré. El abad Fulbert había deseado que fuera ordenado antes de hacer los votos solemnes en octubre de 1949. Para ello “obtuvo la autorización del cardenal Suhard para recibir las órdenes mayores a título (ficticio) de París, sin esperar los votos solemnes que son el verdadero “título” de los monjes”, escribió. Con el padre Claude, pasó unos meses en Bec Hellouin, a petición de Dom Grammont que pidió la asistencia dela Pierre-qui-Vire.

Un año después de convertirse en abad, el padre Plácido le pidió reemplazar al padre Pablo como maestro de novicios. Escribe: “Para mí comenzó otra vida monástica. El noviciado era numeroso, y el espíritu de fe de los hermanos me conmovía”. Sólo un año y medio después, con la muerte accidental de padre Plácido, fue elegido abad de la comunidad el 10 de junio de 1952.

DHuerrefuneraillesEn 2006, escribió: “Soy incapaz de hacer un balance de los años 1952-1978. Amo la Pierre-qui-Vire y a cada uno de sus hermanos, Dios lo sabe y me encomiendo a Él para que me perdone todo lo que no estuvo bien en mi vida y, que haya sido causa de escándalo en la de los hermanos”. Quiero nombrar, sin embargo, algunos aspectos de nuestra vida en la Pierre-qui-Vire que, bajo su abadiato, experimentaron un notable desarrollo.

Las fundaciones

El padre Denis se contagió del impulso misionero de la comunidad apoyando las fundaciones de Vietnam, Camboya, la fundación en 1954 de Masina Maria en Madagascar, y en 1958 de Bouenza en el Congo. Después de los años sesenta, con el movimiento de la descolonización y la guerra, el apoyo a las fundaciones atravesó muchas pruebas. El Padre Denis visitó en varias ocasiones las casas, dejando una autonomía real a los priores nombrados. Les escribía todas las semanas.

Las parroquias

Desde el comienzo de su mandato, el padre Denis devolvió paulatinamente a los obispos de las diócesis vecinas, las parroquias confiadas a la abadía. Vezelay recibida en 1944 fue la última entregada y confiada a los franciscanos.

La escuela abacial

Se cerró en 1961. La ley Debré de1959 y la evolución pedagógica más orientada hacia la ciencia, competencias que los hermanos profesores no tenían, junto con las dificultades internas, llevó al padre Denis a tomar esta decisión, difícil para algunos hermanos.

La vida económica

Los años 50-70 vieron la transformación de una economía agraria basada principalmente en la explotación agrícola, en una economía más industrial con el desarrollo de Ediciones Zodiaco y la imprenta, transformaron el trabajo manual de los hermanos. Bajo la dirección del padre Angélico, gran parte de la comunidad trabajó con generosidad y se las arregló para dar vuelta al equilibrio económico de la comunidad. La construcción del canal y la central hidroeléctrica reunió y movilizó a los hermanos menores entre 1963 y 1969.

La liturgia

Con toda la Iglesia, la comunidad estuvo al tanto de la importante evolución del postconcilio. La sabiduría del padre Denis llevó a la comunidad a la comprensión de estos cambios y la condujo con cuidado, sin forzar. Con antelación, hacía una pregunta a unos y a otros, y la retomaba más tarde para que todos pudieran hacer su camino. Por ejemplo: cuando se trató de cambiar el oficio del latín al francés. Se realizó el cambio gradualmente, primero en Completas, luego se extendió a otros oficios, se realizó el cambio, cuidando la sensibilidad y manteniendo la unidad de la comunidad, incluso si había resistencias.

La vida cotidiana y las relaciones humanas

El padre Denis se distanció rápidamente de la lectura demasiado reduccionista de la Regla de San Benito, que quería que el abad fuera Cristo. Poco a poco, algunos signos de reverencia dirigidos al abad fueron abandonados, en aras a una sencillez, más de acuerdo con la Regla. Del mismo modo en las relaciones fraternas, la distancia fue disminuyendo gradualmente, permitiendo por ejemplo, el tuteo, y también la amistad entre los hermanos. Respecto al tuteo, el padre Denis dijo que un día, en una excursión, viendo un hermano un poco triste le preguntó qué le pasaba. “No me siento en mi medio”, dijo de forma espontánea. “Sin pensar, le pregunté si se sentiría más cómodo pasando él y yo, del “usted” al “tú”. Su “sí” fue inmediato”. Sin obligación o recomendación en particular, se tomó el hábito del tuteo, dejado a la discreción de cada uno. Del mismo modo, se le ocurrió la idea de los grupos comunitarios, al darse cuenta de que los hermanos podían tener más relaciones con personas fuera que con sus propios hermanos. Alrededor de 1974, nacieron ocho grupos para el intercambio periódico, dirigidos por un hermano determinado. En otros aspectos, tales como problemas de celibato, la sexualidad, la amistad entre los hermanos y hermanas, el padre Denis comenzó en serio a reflexionar a corazón abierto para ayudar a todos y cada uno a crecer en humanidad, tanto en relación a la apertura del corazón, como en su enseñanza durante los capítulos de la mañana o de las conferencias semanales del domingo.

Los estudios

Al padre Denis le impresionó la llamada de Pablo VI a los jesuitas para estudiar y conocer el mundo de la incredulidad. Escribió: “Me parecía importante para nuestra comunidad, que sin embargo no es una institución ignaciana, el tratar de comprender un mundo que también es nuestro, el de nuestros huéspedes y de los nuevos monjes. Varios hermanos fueron enviados a formarse no sólo en Francia, sino también en el extranjero. Se abrieron y permitieron que la comunidad se abriera a los problemas contemporáneos. “La correspondencia frecuente y las visitas a nuestros hermanos ausentes hicieron de esta aventura intelectual un tiempo que, a su manera, fortificó el mutuo afecto y enriqueció la comunidad”, señala.

Esos puntos puestos en relieve no son exhaustivos, pero dicen mucho de la obra llevada a cabo en profundidad por el Padre Denis, a la escucha para la comunidad, y también al cuestionamiento de nuestro mundo cambiante. Un hermano me dijo que comprobaba las intuiciones en el diálogo con unos y con otros, dejándolas madurar, y luego un día las proponía como orientación para la comunidad. En este sentido, tenía un verdadero carisma profético.

Mientras tanto, también hay que hablar de su papel como Abad Visitador de la Provincia Francesa entre 1970 y 1978, en particular para facilitar una mejor relación y colaboración con las monjas invitadas a las reuniones de los abades de Subiaco.

En 1977, los hermanos se emocionaron al ver a su abad compartir su proyecto de renuncia de su oficio y pedir su opinión. Veía que había “cumplido su misión” y tenía que permitir a la comunidad vivir una nueva etapa con un superior más joven.

“Sentí un gran deseo por la vida monástica “de base” que no había experimentado más que durante algunos años antes de 1952. Había también un cansancio verdadero. Llegué a la conclusión de la necesidad de un descanso espiritual. Cuando Dom Braso (entonces Abad Presidente) murió en enero de 1978, y todos los abades visitantes de la Congregación venidos a Montserrat para el funeral, me pidieron hacerme cargo de forma temporal hasta que el Capítulo General de 1980, esta idea me horrorizó: me robaban la vida monástica. Incapaz de aceptar, me negué”.

El 25 de febrero 1978 dejó la Pierre-qui-Vire “no sin gran emoción”. Durante un año, se reencontró con alegría con la vida monástica “de base” en la abadía de Tamie, donde no recibió casi ninguna visita, y no respondió más que al correo urgente, dejando el abad la facultad de abrirlo y discernir. A continuación, pasó un año en Vanves, donde estudió y se formó intelectualmente.

En septiembre de 1980, fue elegido Abad Presidente de la Congregación de Subiaco. Durante ocho años pasó la mitad del tiempo en el encuentro con las comunidades, con especial atención a las Iglesias jóvenes. Para mejorar la comunicación con las comunidades y hermanos, tomó la costumbre de escribir dos cartas al año, abordando cada uno de los aspectos de la “conversión” del monje. Como Presidente de congregación, estuvo cerca de Padre Abad Primado de todos los benedictinos, del cual es el Vicario, temiendo tener que reemplazar el Abad Primado, si era, por ejemplo, nombrado obispo. Durante su mandato terminó en su mayor parte el trabajo de revisión de las Constituciones. En su exilio romano, donde llevó una vida bastante austera, una de sus alegrías era recibir dos veces al año a un hermano enviado por el Padre Damase para una visita de una semana. Juntos recorrían la ciudad de acuerdo con los gustos y expectativas de sus visitantes.

Al final de su mandato, en 1988, se mostró reacio a volver, no quería ser una carga para el abad y la comunidad. Ante la insistencia del padre Damase, regresó con alegría conducido por los hermanos Antoine y Pascal que fueron a buscarle con una camioneta. Simplemente tomó el lugar de hermano entre sus hermanos. Trabajó en la biblioteca con el hermano Mateo catalogando libros y revistas. Por la tarde, siempre se hacía un tiempo de trabajo manual en el parque, primero, y luego hasta los últimos días, limpiando la biblioteca y quitando el polvo de los estantes. Con entusiasmo y alegría, continuó su investigación intelectual para entender mejor nuestra vida monástica en este mundo, entender mejor quién es el monje en su relación con Dios, en su relación con los demás. En 1988, escribió:

“Tengo siempre en cuenta los grandes datos esenciales de la vida humana, la historia (la vida concebida como camino), el deseo (la vida provocada desde dentro, desde las raíces y la búsqueda de sus frutos), la libertad (otro nombre para la conciencia, la personalidad), habilidades sociales (en el cuerpo). Pero después, especialmente a partir del 87 es el aspecto trinitario el que se impone al estudiar estos cuatro aspectos humanos, la vida trinitaria, el nuevo nombre de la vida humana”.

Dio muchas conferencias y retiros, que fueron una oportunidad para compartir sus investigaciones. Sus artículos también hicieron eco de su búsqueda. La lectura de las obras, a veces muy difíciles (Moingt Theobald), alimentaron la reflexión y la oración. Sus encuentros con los huéspedes en busca de consejo, solían quedar consolados, como lo demuestra el número de cartas recibidas en estos días. Querría añadir que el padre. Denis pasó gran parte de su tiempo redactando las biografías de cada uno de nuestros hermanos difuntos. Le gustaba examinar el recorrido de cada uno para identificar cómo poco a poco se convirtió en monje. Las notas al comienzo de unas pocas páginas, pronto llegaron a 10-15 hojas. Hace unos pocos meses, le pedí, además, hacer un resumen de 5-10 líneas de cada noticia escrita desde el comienzo de nuestra fundación para poder leerlas en el refectorio. Hace poco tiempo, me compartió su asombro ante la vida de estos hombres entregados, a menudo de forma muy anónima; el martes por la mañana, el día de su muerte, todavía se puso a trabajar en su oficina. El ordenador estaba abierto en el fichero de las noticias resumidas.

Me detengo para dejarle la última palabra escrita en 2007 después de una pleuresía que le tuvo aislado un tiempo:

“No sé lo que he dado a esta comunidad, pero sé que ella me ha dado la vida que le pedí, amo la vida en común, la vida monástica, y espero que ella realmente me prepare para la vida eterna. Así que tengo la consciencia de deber mucho a la Pierre-qui-Vire y doy gracias a Dios”.

Nosotros sólo nos podemos asociar a su agradecimiento a Dios.